Cultura
Fallece el ganadero de bravo Daniel Ruiz, a los 72 años

El reconocido ganadero manchego de toros de lidia Daniel Ruiz Yagüe ha fallecido esta madrugada en un hospital de Albacete a consecuencia de un infarto de miocardio, según han confirmado a Efe fuentes de la familia este sábado.
Daniel Ruiz, de 72 años de edad, se desvaneció de manera repentina en el automóvil en el que viajaba, junto a su hijo y al mayoral de su ganadería, de regreso a su domicilio desde Castellón, donde ayer, en la feria de la Magdalena, El Juli y José María Manzanares lidiaron dos ejemplares de su hierro.
Desde Almansa, donde se produjo el infarto, fue trasladado de urgencia hasta un hospital de la capital albaceteña, donde los médicos no pudieron lograr la recuperación de quien fue un ganadero vitalista, vehemente y apasionado en el trato social.
Daniel Ruiz nació en 1950 la localidad albaceteña de Vianos, donde se inició en el mundo de la ganadería por herencia familiar, criando primero ejemplares para festejos populares y, posteriormente, en la década de los 70, dando el salto a las corridas y novilladas con ejemplares de origen Coquilla y Galache.
Ya en 1986, incorporó mayoritariamente a su vacada, radicada en la finca Cortijo del Campo, de Alcaraz, vacas y sementales de encaste Domecq, por vía de Jandilla, con los que logró hacerse un fijo en las ferias taurinas más importantes, donde sus toros, de generalizado buen juego, siempre eran lidiados por las primeras figuras.
En ese sentido, se da la circunstancia de que tanto El Juli como Manzanares, que fueron los dos últimos toreros a los que Daniel Ruiz vio lidiar sus productos, tomaron la alternativa precisamente con toros de su hierro: el madrileño en Nimes (Francia), en 1998, y Manzanares en Alicante, en 2003.
El entierro de Daniel Ruiz se celebrará mañana, domingo, en el cementerio de Vianos (Albacete), su localidad natal.
Su hijo, del mismo nombre, tomará definitivamente su relevo al frente de la ganadería, tras muchos años de trabajo conjunto.
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Cultura
La editorial de Agatha Christie reescribe algunos de sus libros para adaptarlos a “las nuevas sensibilidades”

Las novelas de Agatha Christie están siendo reescritas por su editorial, HarperCollins, para adaptarlas a las “sensibilidades modernas”, reveló este domingo el diario británico The Telegraph. Las referencias étnicas, insultos y lo que pudiera considerarse como lenguaje ofensivo se eliminará de los libros que recogen los misterios del inspector Hércules Poirot y Miss Marple. De esta manera, la obra de la escritora de misterio pasará por un tamiz similar al que ya se han sometido los libros de Roald Dahl o a las aventuras de James Bond escritas por Ian Fleming.
Por el momento, se ha dado a conocer que se han eliminado o reescrito pasajes enteros de los libros protagonizados por Poirot y Miss Marple, obras escritas entre los años veinte y setenta del siglo pasado. El objetivo, según recoge The Telegraph, es despojarlos del lenguaje o las descripciones que “los lectores más modernos pudieran considerar ofensivos”. Para ello, se ha creado una comisión de “lectores sensibles” que han analizado las obras lanzadas a partir de 2020 y aquellas que vayan a ser publicadas.
Esta comisión ha decidido eliminar referencias étnicas como por ejemplo la descripción de personajes como negros, judíos o gitanos. Tampoco se volverá a comparar el torso de una mujer con “el mármol negro”, ni se podrá incluir decir que un juez tiene “el temperamento de un indio”. Desaparecen también términos como “oriental” y la palabra “negrata”. A los nativos a partir de ahora se les llamará locales. Monólogos enteros de Marple y Poirot han sido modificados. Entre las obras que han sido modificadas, The Telegraph destaca Muerte en el Nilo de 1937, en la que el personaje de Mrs. Allerton se queja de un grupo de niños que la están molestando, diciendo: “Vuelven y miran, y miran, y sus ojos son simplemente repugnantes, y también sus narices, y no creo que realmente me gusten los niños”. Ahora se puede leer: “Vuelven y me miran y me miran. No creo que me gusten los niños”. En el caso de Misterio en el Caribe, de 1964, Miss Marple ya no describe a uno de los trabajadores del hotel como “un hombre con bonitos dientes blancos”.
HarperCollins, de acuerdo con The Telegraph, ha creado nuevas ediciones de todas las aventuras de Miss Marple, así como de una selección novelas de Poirot. En 2020, en Francia y en España se modificó el título de su libro los Diez negritos. En el país galo el libro se llama Ils étaient 10 (Eran 10). No es solo un cambio de título, se trata de toda una traducción revisada en el interior. Hemos tenido que adaptar el contenido del libro al cambio de título: la isla del Negro se convierte, como en la edición estadounidense, la isla del Soldado”, explicó entonces Beatrice Duval, directora general de Livre du Poche que, al igual que la editorial Le Masque, publica las obras de Christie en Francia. Esta última precisó en un comunicado que la decisión no fue suya sino de la familia de Christie y que ellos se han limitado a “alinearse con las ediciones inglesa, estadounidense y todas las otras traducciones internacionales”.
Los cambios en los textos originales de Roald Dahl realizados por su editorial y el organismo que gestiona su legado en pos de un mensaje más inclusivo levantaron una gran indignación global el pasado febrero que ahora con esta decisión reviven. Entonces hubo quejas de escritores como Salman Rushdie: “Roald Dahl no era ningún ángel, pero esto es una censura absurda”. O de miles de lectores, en redes sociales o columnas de opinión. O las palabras del mismísimo primer ministro británico Rishi Sunak, a través de un portavoz: “Es importante que las obras literarias y de ficción se conserven y no se retoquen”. Las modificaciones se cuentan por cientos, la mayoría relacionadas con asuntos como el peso, el género, la salud mental, la violencia o la raza, con el objetivo de ser respetuosos con todas las sensibilidades, y afectan a las novelas más célebres del autor, de Matilda a Charlie y la fábrica de chocolate, pasando por Las brujas. El escritor, como le sucede a Agatha Christie, no puedes opinar sobre el asunto, porque ambos están muertos. La compañía Agatha Christie Limited, dirigida por el bisnieto de la autora James Prichard, gestiona los derechos de sus obras para literatura y cine y por el momento no se ha pronunciado.
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Cultura
‘La violación de Lucrecia’: un gran Nebra pero para ‘dummies’

José de Nebra resucitó enano, en 2016, en el Teatro de la Zarzuela. La recuperación de Iphigenia en Tracia (1747) se comprimió entonces en poco más de una hora y cuarto sin descanso. Una sucesión de números musicales, alternados con lecturas de las Ifigenias de Eurípides y Goethe por una voz en off, que sustituían los declamados del libreto de Nicolás González Martínez. Una trama incomprensible que extirpaba de la acción a todos los personajes que no cantaban. Y una escenografía demasiado estática, a la que se unió un reparto vocal muy desigual y una dirección musical poco lustrosa ante una orquesta no especializada.
Casi siete años después, el teatro de la madrileña calle Jovellanos lo ha intentado de nuevo con la zarzuela Donde hay violencia, no hay culpa (1744). La partitura recuperada vuelve a ser de Nebra y el libreto de González Martínez, ahora basado en la historia de la violación de la patricia romana Lucrecia, a partir de Tito Livio. Una partitura donde se combinan idealmente elementos hispanos e italianos, de seguidillas y coplas con recitativos y arias. Y un libreto salpicado de versos con avanzadas ideas ilustradas contra la tiranía y en favor de la igualdad entre hombres y mujeres.
Pero se ha preferido volver a suprimir todos los declamados del libreto de González Martínez y prácticamente todos los personajes que no cantan. Han desaparecido seis de los once integrantes de la acción, aunque el malvado violador Sexto se reduce a un figurante. Y tan solo vemos en escena los cuatro papeles con números musicales: la propia Lucrecia, su criada Laureta, su enamorado Colatino y Tulia, la hermana de este. No obstante, en lugar de voces en off con alocuciones de Tito Livio y Shakespeare, se ha optado por encargar a Rosa Montero una nueva versión de los declamados del libreto. La escritora ha creado una narradora omnisciente, una suerte de Lucrecia actual, a la que denomina Espíritu de la leyenda de Lucrecia. Una actriz, que explica los detalles de la trama, los reinterpreta en clave feminista e interactúa con los personajes.
Montero es una grandísima novelista, pero no una dramaturga. Y sus intervenciones narradas entorpecieron, una y otra vez, la tensión dramática de la zarzuela, con su característica alternancia entre declamación versificada y canto. Esa Lucrecia moderna, a la que daba vida la actriz Manuela Velasco, elevó un poco la temperatura dramática en la segunda jornada. Pero en la primera lo pueril de sus razonamientos e imprecaciones contra el patriarcado nos hicieron sentir a muchos en una especie de concierto didáctico escenificado. Otro problema fue el personaje del malvado Sexto, que representó el actor Borja Luna, reducido a exhibir su cuerpo, fumar, silbar, gritar, esnifar cocaína, meter mano y violar, pero sin ninguna intervención hablada que le permitiese construir un personaje y crear conflictos dramáticos.
El remate de la intervención de Montero fue el añadido de dos clímax inexistentes en la zarzuela original. Me refiero a las escenas de la violación y del suicidio de Lucrecia. Fueron dos momentos muy efectivos y bien resueltos escénicamente, aunque completamente alejados del espíritu de este género dieciochesco. El director de escena Rafael R. Villalobos ha trabajado muy duro para conectar las narraciones de Montero con la zarzuela de Nebra y González Martínez. Lo hace aportando abundante movimiento escénico, algunos destellos en la dirección de actores y un bello vestuario. Y se vale, además, de la siempre interesante escenografía de Emanuele Sinisi: ruinas y escombros romanos presididos por la Lapsus Lupus, la famosa fotografía de Luigi Ontani que actualiza la loba capitolina, en la primera jornada, y el entorno doméstico presidido por la bañera de Lucrecia, en la segunda.

Pero lo mejor de esta producción volvió a ser la música de Nebra. Esta vez se contó con un grupo de instrumentos de época, Los Elementos, con su creador, el joven contratenor Alberto Miguélez Rouco, a la dirección y el clave. Su imaginación musical para hacer sonar esta partitura de Nebra fue admirable, a pesar de puntuales desajustes y alguna fanfarria imposible. Escuchamos desde el foso toda la brillantez dramática que faltó sobre el escenario, con una dirección y un acompañamiento lleno de chispa y variedad en el uso del tempo, la dinámica y el carácter. Quizá sobró la música creada por él mismo, como la sinfonía inicial. No obstante, sus decisiones de hacer todas las repeticiones con variantes en las arias y de añadir fragmentos adicionales escritos por Nebra (para las reposiciones de 1748 y 1753) fueron muy acertadas.
Su interpretación de la primera jornada fue en ascenso y los mejores momentos musicales se concentraron en la segunda. Por ejemplo, la viveza que aportó en las seguidillas fue admirable, y especialmente en Los halagos se mezclan con los martirios, que asignó a Tulia, en lugar de a Octavia en la reposición de 1748. Aquí pudimos disfrutar del tono esmaltado de la soprano valenciana Marina Monzó que fue la gran triunfadora de la noche. Su poderosa interpretación del recitativo y aria de la segunda jornada, Huye de mí / Ya, afecto mío, fue lo mejor y más aplaudido de toda la zarzuela. Resultó bien la dramática Lucrecia de la catalana María Hinojosa Montenegro, en su aria final ¡Mi fiera mano airada!, a pesar de su excesivo vibrato fuera de estilo. La mezzo Carol García aportó empaque y musicalidad a la bella aria de Colatino, Corderilla atribulada. Y Judit Subirana fue una aceptable Laureta, aunque con poca gracia. Su divertida aria Si a casa va el majo fue bruscamente interrumpida por la violenta y terrible escena inventada aquí de la violación de Lucrecia. Nos quedó bien claro que la música de Nebra es un simple adorno, algo superfluo.
‘La violación de Lucrecia’ (o ‘Donde hay violencia, no hay culpa’)
Música de José de Nebra.
Libreto de Nicolás González Martínez versionado por Rosa Montero.
Con María Hinojosa Montenegro (soprano), Marina Monzó (soprano), Carol García (mezzosoprano), Judit Subirana (mezzosoprano). Manuela Velasco (actriz) y Borja Luna (actor).
Los Elementos. Dirección musical y clave: Alberto Miguélez Rouco. Dirección escénica: Rafael R. Villalobos.
Teatro de la Zarzuela, hasta el 1 de abril. Madrid
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Cultura
García Márquez desbanca a Cervantes como autor más traducido del español en el siglo XXI

El boom de la novela latinoamericana, con la publicación de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, en 1967, provocó unas ondas expansivas en la literatura que han aupado al premio Nobel colombiano como el más traducido del español a otros idiomas si tomamos el periodo entre el año 2000 y 2021. Es una de las conclusiones del primer gran Mapa de la Traducción Mundial del Instituto Cervantes, que adelanta en primicia EL PAÍS. Se trata de un rastreo por las obras y autores en español vertidos a una decena de idiomas que arranca en 1950 y finaliza en 2021. Si se toman esas siete décadas en su conjunto, Miguel de Cervantes sí es el primero, con 1.386 traducciones, seguido precisamente de García Márquez, con 1.270, e Isabel Allende en tercer lugar (861). El cuarto es Borges (768), siguen Mario Vargas Llosa (765) y luego dos poetas, Federico García Lorca y Pablo Neruda. Carlos Fuentes, Arturo Pérez-Reverte y Carlos Ruiz Zafón completan los 10 primeros puestos.
En lo que respecta a este siglo, el Cervantes apunta sobre el liderazgo de García Márquez que se trata “de la tendencia que se ha visionado”, a falta de las cifras concretas. Por detrás de él aparecen Isabel Allende, Jorge Luis Borges y Mario Vargas Llosa, un claro predominio latinoamericano. El primer español es el propio Cervantes, al que siguen, en sexta posición, Carlos Ruiz Zafón y Arturo Pérez-Reverte. Completan los primeros puestos dos chilenos, Luis Sepúlveda y Roberto Bolaño, y otro español, Javier Marías.
Este Mapa de la Traducción, que cuenta con la participación del Laboratorio de Innovación en Humanidades Digitales de la UNED y la colaboración de la Dirección General del Libro y Fomento de la Lectura, del Ministerio de Cultura, se va a presentar el próximo miércoles, 29, en el IX Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), que se celebra en Cádiz del 27 al 30 de marzo, la cita a la que acuden miembros de las 23 academias del español en el mundo junto a filólogos, escritores, artistas… organizado por el Cervantes, la Real Academia Española (RAE) y el Ayuntamiento de Cádiz. La directora general del Libro y Fomento de la Lectura, María José Gálvez, destaca del Mapa, por correo electrónico, “la traducción de los autores del boom yla incorporación a los más traducidos de autores como Marías o Pérez- Reverte”. El Mapa se centra en 10 idiomas: inglés, francés, alemán, italiano, portugués, sueco, ruso y, fuera de Europa, árabe, japonés y chino. Sus responsables señalan que está previsto próximamente que se incorporen más lenguas.
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De la gran posibilidad de datos que ofrece, podemos poner la mirada desde 1950 y fijarnos solo en mujeres escritoras. Tras la chilena Isabel Allende están María Isabel Sánchez Vergara, autora barcelonesa de libros infantiles, de gran éxito por sus biografías ilustradas, con 323; por delante de Santa Teresa de Jesús, con 268; la mexicana Laura Esquivel y la cubana Alma Flor Ada, que ha escrito sobre todo obras para niños, ambas empatadas a 112 traducciones, y las españolas Anna Llimós Plomer, también del mundo infantil, con 108, y Almudena Grandes, fallecida en noviembre de 2021, con 102 versiones.
Este informe “es una forma de descubrir la biblioteca de las comunidades interesadas por la cultura en español en todo el mundo”, dice la directora de Cultura del Cervantes, Raquel Caleya. Una herramienta que “será de utilidad para escritores, traductores, editores, libreros, lectores…”. Gálvez añade que “se va a contar con una información que hasta la fecha no se tenía y que permitirá tomar decisiones más eficientes, bien desde el ámbito público, bien desde el privado”. La web, diseñada por la empresa Prodigioso Volcán, presenta los siguientes apartados: Obras más traducidas del español, Lenguas más traducidas por años, Autores más traducidos del español, Mapa de las ciudades que más obras editan y Los traductores que más traducen. Además, dispone de un buscador.
Caleya explica que este proyecto conectará a los usuarios con “los casi 300.000 registros bibliográficos procedentes de la gran base de datos del consorcio OCLC WorldCat, que contiene 517.963.343 de registros bibliográficos en 483 idiomas”. Esa es la fuente de la que procede el Mapa, “una base de datos única por su tamaño y que facilita la identificación y acceso a las colecciones bibliotecarias desde cualquier parte del mundo”. “Además, se enriquece constantemente con información nueva y corregida”.
En ese mar de datos se pueden entresacar otras conclusiones: por ejemplo, entre 2000 y 2021, el inglés domina con claridad como la lengua favorita para traducir obras en español, con 45.547, más del doble del segundo idioma, el francés, con 21.375. La tercera posición es para el alemán (11.837) y la cuarta para otro idioma europeo, el italiano (8.970), pero seguido ya de cerca por el chino (8.232). Para Gálvez, “es importante mantener el sistema de ayudas públicas a la traducción a lenguas extranjeras para llegar allí donde el sector privado no pueda llegar”.
Si escogemos títulos desde 1950, el Quijote es imbatible, traducido en 1.140 ocasiones. La obra maestra de Cervantes se sitúa además desde 1950 como la más traducida en el 49% de los años. Le sigue a muy larga distancia Cien años de soledad (265). El Nobel colombiano coloca otra novela en tercera posición, El amor en los tiempos del cólera (158).
El Mapa proporciona asimismo las obras preferidas en los diferentes idiomas del estudio. Así, en inglés lidera don Quijote, con 401 traducciones; le sigue un título inesperado, las crónicas de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, del conquistador Bernal Díaz del Castillo, con 98; por encima de Cien años de soledad, que tiene 91. En alemán vuelve a ganar el caballero de la triste figura, con 136 traducciones, seguido muy de lejos por Cien años de soledad, con 28; y Oráculo manual y arte de prudencia (21), un clásico del XVII, de Baltasar Gracián.
En árabe se repite el dúo don Quijote, 28; y Cien años de soledad, 13, y aparece La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela (9). Más al Oriente, en chino el preferido es también Don Quijote (46), pero esta vez el segundo puesto es para otra obra que hará abrir los ojos, Introducción del símbolo de la Fe, del dominico del siglo XVI fray Luis de Granada, con 5; quien además aparece tercero con otro volumen suyo, Guía de pecadores, también con 5. En ruso vuelve el estándar, Quijote (79 traducciones); Cien años de soledad, 37, y otra obra del boom, Rayuela, de Julio Cortázar, con 9.
A la vez, hay datos que llaman la atención si retrocedemos hasta esa década de los cincuenta del siglo pasado, como la presencia en cuarto lugar de Camino, la obra capital de Josemaría Escrivá de Balaguer, el fundador del Opus Dei, publicada en 1934, con 142 traducciones, fruto de una España nacionalcatólica. O, de nuevo, Oráculo manual y arte de la prudencia, convertido a otros idiomas en 116 ocasiones. “Es ese tipo de libros, como El Príncipe de Maquiavelo, que es un best-seller empresarial, tras su edición en Estados Unidos, en los noventa, tuvo un auge entre emprendedores o ejecutivos en la sociedad de negocios de ese país”, apunta Caleya. Completan hasta el décimo lugar: Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo;las Novelas ejemplares, de Cervantes; La vida es sueño, de Calderón de la Barca; La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón, y La Celestina, de Fernando de Rojas También está la opción de fijarse en fenómenos más recientes. Ahí destaca precisamente La sombra del viento, que se publicó en 2001 y ya tuvo 20 traducciones en 2004 y 18 en 2005.
El informe elaborado por el Cervantes agrega que la década de 1990 a 2000 ha sido en la que se tradujo el mayor número de libros del español desde 1950. Siempre con el inglés y francés como idiomas más representativos, en 1950 el primero comprendía el 63% de las traducciones y en 2020 mantenía el liderato, pero con el 50%, una leve caída. En esas mismas décadas, el italiano, por ejemplo, se ha triplicado, del 4% al 12%. “El número de traducciones editadas desde 1950 ha ido creciendo hasta 2005, desde entonces ha experimentado un ligero descenso”, apuntan los autores. En estas siete décadas hay un hito, el año 1968, el que suma más traducciones. “Es por el boom de Cien años de soledad”, indica Caleya. Aunque ha habido otro momento crucial, 2003. “Es una etapa previa a la gran crisis económica. Ese año hubo un 20% de crecimiento de las traducciones debido al impulso de la edición digital. El libro electrónico ha supuesto un aumento de ediciones y lectores”, subraya el estudio.
Entre tanto dato, merece la pena detenerse en las personas que hacen posible que un berlinés pueda disfrutar del sofocante universo limeño de Conversación en La Catedral, de Mario Vargas Llosa: los traductores. Dos nombres son los que más obras han llevado a otras lenguas: Rosa Zubizarreta y Chris Andrews. La primera, autora de libros infantiles, tiene 48 traducciones, todas al inglés. El segundo, 42 traducciones (39 de ellas al inglés). Este poeta australiano, nacido en 1962, ha tenido entre sus autores predilectos al argentino César Aira y al chileno Roberto Bolaño. A ambos les siguen tres mujeres más: Bernice Randall (28), todas al inglés, Katherine Silver (27, al inglés). En quinto lugar, la traductora Elisa Amado, con 21 obras.
Tratándose de un Mapa, por último, merece la pena echar un vistazo a la información de las ciudades más traductoras de obras en español: en cabeza, Nueva York, con el 15% del total; le sigue París, con el 11,4%, Río de Janeiro, 9,03%, y Londres, con el 6,7%. Pasada la crisis mundial por la pandemia, la directora general del Libro apunta que el tiempo de la covid “trajo más lectores y con ello una mayor necesidad de libros y, por lo tanto, de traducciones”.
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