Cultura
Los horrores tentaculares de la literatura ‘weird’: cosas tan raras y monstruosas como el mundo que nos ha tocado vivir

Las plataformas petrolíferas han cobrado vida y se desplazan sobre sus pilares (ahora piernas) a grandes pasos por el mar, en busca de nuevos yacimientos donde su saciar su sed infinita. No tienen remordimientos a la hora de destruir a cualquier insignificante humano que se cruce en su camino. Los gobiernos y los ejércitos no se explican qué ha podido pasar, pero la verdad incómoda es que la situación se les ha ido de las manos. Es más, las plataformas petrolíferas que han cobrado vida… ¡ahora tienen crías, en forma de pequeñas plataformitas petrolíferas que corretean por las costas!
Es una cosa muy extraña, por eso entra dentro del new weird (weird podría traducirse como algo entre lo raro, lo extraño, lo inquietante), que en este relato, titulado Covehithe, cultiva el autor británico China Miéville, referente del género. Es el texto que abre la antología Mundo weird. Antología de nueva ficción extraña Vol. 1 (Holobionte Ediciones), que aborda este ámbito en algunas de sus expresiones más recientes, tanto en el panorama internacional como en el iberoamericano, tanto en el mainstream como en el underground.
El uso de la palabra weird para definir este tipo de ficción viene de la revista estadounidense Weird Tales, donde H. P. Lovecraft publicó a finales de los años veinte una parte no desdeñable de su obra (por ejemplo, el célebre relato largo El horror de Dunwich). La figura de Lovecraft es esencial en la creación del género, que viene a retorcer el cuento gótico tradicional, al que algunos predecesores inmediatos del estadounidense, como Arthur Machen y Algernon Blackwood, ya le habían dado un giro que lo relacionaba con lo cósmico o lo natural; nuevos lugares, más fundamentales, donde hallar el horror.
Es decir, el terror ya no estaba tan relacionado con fantasmas, caserones abandonados, maldiciones, licántropos o vampiros, sino con fuerzas incomprensibles de la naturaleza o inimaginables dioses cósmicos (muchas veces con horrendos tentáculos) que ocultan unas verdades enormes e insoportables ante las que los humanos resultamos insignificantes. “Hay corrientes previas muy dispersas, que incluyen la ciencia ficción, el folclore o el terror clásico victoriano, que confluyen en Lovecraft y que a partir de ahí adquieren un nuevo cariz, un componente materialista y abstracto, como en una mezcla de horror y ciencia ficción”, explica Federico Fernández Giordano, director de Holobionte y antólogo de la obra junto con Ramiro Sanchiz.
Cosas extrañísimas
El weird “no es necesariamente un terror visceral o un horror ante la inminencia de algo terrible, sino más bien una sensación de lo inquietante, lo que perturba no necesariamente nuestro bienestar físico, sino ante todo ―como se ve claramente en los textos de Lovecraft― nuestra relación con la razón y la cordura”, explica Sanchiz. De manera parecida lo vio el ensayista Mark Fisher, que lo describía como aquello que nos pone en contacto con lo que consideramos imposible, pero que, sin embargo, se da ante nuestros ojos, generando así una disonancia cognitiva que nos hace dudar de todas nuestras creencias y del mundo bajo nuestros pies.
En este lado del espectro temporal, ya en los años noventa y los comienzos del corriente siglo, se da el fenómeno del new weird, una actualización del género en ambientes más urbanos y contemporáneos, con la posible inclusión de las facetas tecnológicas, aunque no necesariamente. Tuvo fuerte implantación en Latinoamérica. “Como movimiento específico fue asimilado por completo, pero lo que terminó por suceder es que a medida que empezaron a aparecer traducciones al castellano de los referentes más obvios (VanderMeer y Miéville), un gran número de escritores latinoamericanos de ciencia ficción, sobre todo en Buenos Aires y en Bogotá, empezaron a incorporar su influencia”, explica Sanchiz, que señala como ejemplo la editorial Vestigio, creada en 2018 en Bogotá, que hizo de la ciencia ficción weird latinoamericana uno de sus ejes.

Además de las citadas plataformas petrolíferas (con hijos) que se rebelan contra los humanos, en Mundo weird se juntan otras cosas extrañísimas: capas de moho que lo recubren todo conduciendo a la locura, dimensiones paralelas tecnodrogadictas, voces inmanentes que incitan al suicidio, seres que utilizan los cuerpos de otros para perpetuarse o museos de curiosidades infinitos y laberínticos en los que los visitantes se pierden para siempre. Se divide en diferentes secciones: una dedicada al new weird (China Miéville, Michael Cisco o Joe Koch), otra al fecundo weird iberoamericano (Luis Carlos Barragán, Maximiliano Barrientos, Cynthia Matayoshi o Ana Llurba), otra a las influencias weird en la literatura mainstream (Edmundo Paz Soldán, Jorge Carrión, Agustín Fernández Mallo o Liliana Colanzi) y otra a la experimentación (Germán Sierra, David J. Roden o Amy Ireland).
Influencia en el pensamiento filosófico contemporáneo
“Ha resurgido un fuerte interés en los últimos años por lo weird y lo lovecraftiano, como se comprueba en la cultura contemporánea, donde se manifiesta de diferentes maneras”, señala Fernández Giordano. Hay muchas trazas, no solo en la literatura, sino en productos audiovisuales como la serie Territorio Lovecraft (HBO), la película El color que cayó del cielo (Richard Stanley, 2019), protagonizada por Nicholas Cage, o varios capítulos de El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro (Netflix). Pero lo más curioso es que lo weird y lo lovecraftiano también han tenido profunda huella en escuelas recientes de pensamiento filosófico como la seminal Unidad de Investigación de Cultura Cibernética (CCRU), de la británica Universidad de Warwick, caldo de cultivo de los aceleracionismos en los que militaron pensadores como Sadie Plant, Nick Land o Mark Fisher, o las corrientes del realismo especulativo, por ejemplo en el ensayo Realismo raro: Lovecraft y la filosofía (Holobionte), de Graham Harman, o en En el polvo de este planeta (Materia oscura), de Eugene Thacker.

En este sentido, “el pensador Nick Land encontró en Lovecraft una manera de pensar la cosa-en-sí, el noúmeno kantiano, como algo amenazante, con fauces y colmillos, capaz de destruir todo aquello que pensamos que nos hace ‘humanos”, señala el antólogo. Los problemas sobre cómo representar lo irrepresentable en Lovecraft también sirvieron para fundamentar la llamada Ontología Orientada a Objetos, de Harman, que se subsumió en la corriente del realismo especulativo (o realismo poscontinental, en la denominación del filósofo Ernesto Castro). “Es también una herramienta para profundizar en el descentramiento de esa categoría fantasmal de lo humano, para explorar un pensamiento poshumanista, posantropocéntrico, y esto es algo urgente en estos días extraños”, señala Sanchiz. Es decir, para pensar un mundo sin nosotros.
La actual puesta en valor del género weird, según el relato de Sanchiz, tiene mucho que ver con algunos de los acontecimientos que ponen en jaque a la humanidad en esta época, como la pandemia y el cambio climático. La naturaleza, según ha observado el filósofo Timothy Morton, ha dejado de ser concebida como algo al servicio del ser humano (como se pensó desde la revolución agrícola del Neolítico) para ser un ente incontrolable, violento, incomprensible, definitivamente weird y lovecraftiano (una especie de “retorno de los grandes antiguos”, como aparecería en la obra del estadounidense). Morton considera el cambio climático como un “hiperobjeto” que supera totalmente la temporalidad y espacialidad humanas, una noción en la que también resuenan terroríficos ecos de lo weird.
Lo mismo puede aplicarse al coronavirus, un ser no-vivo que desde lo microscópico, y evidenciando la incertidumbre y la falta de control en la que estamos inmersos, ha puesto patas arriba el mundo macroscópico; un mundo, por otro lado, cada vez más poshumano y posantropocéntrico, en el que el ser humano cada vez parece pintar menos. “Ante cosas así”, concluye el antólogo, “es inútil seguir pensando en las viejas momias o zombis del humanismo: la caja de herramientas del weird nos sirve de gran ayuda para encontrar nociones frescas”.
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Cultura
Muere la traductora María Kodama, viuda y albacea de Jorge Luis Borges

María Kodama, viuda y heredera universal de Jorge Luis Borges, ha muerto este domingo a los 86 años.La noticia de su muerte la ha confirmado su abogado, Fernando Soto, en Twitter: “Ahora entrarás al ‘gran mar’ con tu querido Borges. Qué en Paz Descanses María”. Traductora y profesora de Literatura, Kodama padecía de un cáncer de mama y vivía a las afueras de Buenos Aires. Se había casado con el escritor fundamental de la literatura argentina en abril de 1986, dos meses antes de su muerte, y desde entonces fue encargada de su obra y legado, que protegió con celo.
Hija de un químico japonés y una argentina, María Kodama nació el 10 de marzo de 1937 y estudió Literatura en la Universidad de Buenos Aires. Se especializó en la literatura anglosajona e islandesa, de las que hizo traducciones al español. La adolescente María Kodama escuchó a Borges en una conferencia y tropezó con él en la calle cuando tenía 16 años. Él era 38 años mayor. Pero su admiración por el escritor que marcó su vida nació cuando era una niña: a los cinco años, su profesora particular de inglés le hizo memorizar Two English Poems, los únicos poemas que Borges escribió en inglés. Según contó muchas veces, Kodama no sabía quién era el autor, pero guardó desde entonces el final del segundo de ellos: “Puedo darte mi soledad, mi oscuridad, el hambre de mi corazón; Estoy tratando de sobornarte con incertidumbre, con peligro, con derrota”.
Atados desde entonces, firmaron juntos varios libros, entre ellos Breve antología anglosajona, una recopilación de una de sus grandes pasiones conjuntas, la literatura inglesa; y Atlas, un libro de sus viajes publicado en 1984 con las impresiones del escritor, atacado ferozmente por la ceguera que le acompañó por décadas, y las notas y fotografías de su compañera. Borges y Kodama recorrieron el mundo desde 1975, cuando hicieron su primer viaje a Estados Unidos, hasta finales de 1985, cuando el escritor fue diagnosticado de un cáncer hepático y se mudaron a Ginebra. Se casaron por poderes en el consulado argentino de Asunción de Paraguay y Borges la designó su heredera universal.
En 1988, Kodama creó la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, que presidió hasta su muerte. Como guardiana de la obra de Borges, Kodama demandó a otro escritor por experimentar con El Aleph, su cuento más famoso, y llegó a pelear con el actual presidente, Alberto Fernández. En 2019, el mandatario intentó crear un museo para el escritor con el archivo personal de un coleccionista, y Kodama lo desaprobó: denunció entonces que muchos de los objetos que el empresario Alejandro Roemmers iba a donar al Estado eran robados.
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Cultura
La editorial de Agatha Christie reescribe algunos de sus libros para adaptarlos a “las nuevas sensibilidades”

Las novelas de Agatha Christie están siendo reescritas por su editorial, HarperCollins, para adaptarlas a las “sensibilidades modernas”, reveló este domingo el diario británico The Telegraph. Las referencias étnicas, insultos y lo que pudiera considerarse como lenguaje ofensivo se eliminará de los libros que recogen los misterios del inspector Hércules Poirot y Miss Marple. De esta manera, la obra de la escritora de misterio pasará por un tamiz similar al que ya se han sometido los libros de Roald Dahl o a las aventuras de James Bond escritas por Ian Fleming.
Por el momento, se ha dado a conocer que se han eliminado o reescrito pasajes enteros de los libros protagonizados por Poirot y Miss Marple, obras escritas entre los años veinte y setenta del siglo pasado. El objetivo, según recoge The Telegraph, es despojarlos del lenguaje o las descripciones que “los lectores más modernos pudieran considerar ofensivos”. Para ello, se ha creado una comisión de “lectores sensibles” que han analizado las obras lanzadas a partir de 2020 y aquellas que vayan a ser publicadas.
Esta comisión ha decidido eliminar referencias étnicas como por ejemplo la descripción de personajes como negros, judíos o gitanos. Tampoco se volverá a comparar el torso de una mujer con “el mármol negro”, ni se podrá incluir decir que un juez tiene “el temperamento de un indio”. Desaparecen también términos como “oriental” y la palabra “negrata”. A los nativos a partir de ahora se les llamará locales. Monólogos enteros de Marple y Poirot han sido modificados. Entre las obras que han sido modificadas, The Telegraph destaca Muerte en el Nilo de 1937, en la que el personaje de Mrs. Allerton se queja de un grupo de niños que la están molestando, diciendo: “Vuelven y miran, y miran, y sus ojos son simplemente repugnantes, y también sus narices, y no creo que realmente me gusten los niños”. Ahora se puede leer: “Vuelven y me miran y me miran. No creo que me gusten los niños”. En el caso de Misterio en el Caribe, de 1964, Miss Marple ya no describe a uno de los trabajadores del hotel como “un hombre con bonitos dientes blancos”.
HarperCollins, de acuerdo con The Telegraph, ha creado nuevas ediciones de todas las aventuras de Miss Marple, así como de una selección novelas de Poirot. En 2020, en Francia y en España se modificó el título de su libro los Diez negritos. En el país galo el libro se llama Ils étaient 10 (Eran 10). No es solo un cambio de título, se trata de toda una traducción revisada en el interior. Hemos tenido que adaptar el contenido del libro al cambio de título: la isla del Negro se convierte, como en la edición estadounidense, la isla del Soldado”, explicó entonces Beatrice Duval, directora general de Livre du Poche que, al igual que la editorial Le Masque, publica las obras de Christie en Francia. Esta última precisó en un comunicado que la decisión no fue suya sino de la familia de Christie y que ellos se han limitado a “alinearse con las ediciones inglesa, estadounidense y todas las otras traducciones internacionales”.
Los cambios en los textos originales de Roald Dahl realizados por su editorial y el organismo que gestiona su legado en pos de un mensaje más inclusivo levantaron una gran indignación global el pasado febrero que ahora con esta decisión reviven. Entonces hubo quejas de escritores como Salman Rushdie: “Roald Dahl no era ningún ángel, pero esto es una censura absurda”. O de miles de lectores, en redes sociales o columnas de opinión. O las palabras del mismísimo primer ministro británico Rishi Sunak, a través de un portavoz: “Es importante que las obras literarias y de ficción se conserven y no se retoquen”. Las modificaciones se cuentan por cientos, la mayoría relacionadas con asuntos como el peso, el género, la salud mental, la violencia o la raza, con el objetivo de ser respetuosos con todas las sensibilidades, y afectan a las novelas más célebres del autor, de Matilda a Charlie y la fábrica de chocolate, pasando por Las brujas. El escritor, como le sucede a Agatha Christie, no puedes opinar sobre el asunto, porque ambos están muertos. La compañía Agatha Christie Limited, dirigida por el bisnieto de la autora James Prichard, gestiona los derechos de sus obras para literatura y cine y por el momento no se ha pronunciado.
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Cultura
‘La violación de Lucrecia’: un gran Nebra pero para ‘dummies’

José de Nebra resucitó enano, en 2016, en el Teatro de la Zarzuela. La recuperación de Iphigenia en Tracia (1747) se comprimió entonces en poco más de una hora y cuarto sin descanso. Una sucesión de números musicales, alternados con lecturas de las Ifigenias de Eurípides y Goethe por una voz en off, que sustituían los declamados del libreto de Nicolás González Martínez. Una trama incomprensible que extirpaba de la acción a todos los personajes que no cantaban. Y una escenografía demasiado estática, a la que se unió un reparto vocal muy desigual y una dirección musical poco lustrosa ante una orquesta no especializada.
Casi siete años después, el teatro de la madrileña calle Jovellanos lo ha intentado de nuevo con la zarzuela Donde hay violencia, no hay culpa (1744). La partitura recuperada vuelve a ser de Nebra y el libreto de González Martínez, ahora basado en la historia de la violación de la patricia romana Lucrecia, a partir de Tito Livio. Una partitura donde se combinan idealmente elementos hispanos e italianos, de seguidillas y coplas con recitativos y arias. Y un libreto salpicado de versos con avanzadas ideas ilustradas contra la tiranía y en favor de la igualdad entre hombres y mujeres.
Pero se ha preferido volver a suprimir todos los declamados del libreto de González Martínez y prácticamente todos los personajes que no cantan. Han desaparecido seis de los once integrantes de la acción, aunque el malvado violador Sexto se reduce a un figurante. Y tan solo vemos en escena los cuatro papeles con números musicales: la propia Lucrecia, su criada Laureta, su enamorado Colatino y Tulia, la hermana de este. No obstante, en lugar de voces en off con alocuciones de Tito Livio y Shakespeare, se ha optado por encargar a Rosa Montero una nueva versión de los declamados del libreto. La escritora ha creado una narradora omnisciente, una suerte de Lucrecia actual, a la que denomina Espíritu de la leyenda de Lucrecia. Una actriz, que explica los detalles de la trama, los reinterpreta en clave feminista e interactúa con los personajes.
Montero es una grandísima novelista, pero no una dramaturga. Y sus intervenciones narradas entorpecieron, una y otra vez, la tensión dramática de la zarzuela, con su característica alternancia entre declamación versificada y canto. Esa Lucrecia moderna, a la que daba vida la actriz Manuela Velasco, elevó un poco la temperatura dramática en la segunda jornada. Pero en la primera lo pueril de sus razonamientos e imprecaciones contra el patriarcado nos hicieron sentir a muchos en una especie de concierto didáctico escenificado. Otro problema fue el personaje del malvado Sexto, que representó el actor Borja Luna, reducido a exhibir su cuerpo, fumar, silbar, gritar, esnifar cocaína, meter mano y violar, pero sin ninguna intervención hablada que le permitiese construir un personaje y crear conflictos dramáticos.
El remate de la intervención de Montero fue el añadido de dos clímax inexistentes en la zarzuela original. Me refiero a las escenas de la violación y del suicidio de Lucrecia. Fueron dos momentos muy efectivos y bien resueltos escénicamente, aunque completamente alejados del espíritu de este género dieciochesco. El director de escena Rafael R. Villalobos ha trabajado muy duro para conectar las narraciones de Montero con la zarzuela de Nebra y González Martínez. Lo hace aportando abundante movimiento escénico, algunos destellos en la dirección de actores y un bello vestuario. Y se vale, además, de la siempre interesante escenografía de Emanuele Sinisi: ruinas y escombros romanos presididos por la Lapsus Lupus, la famosa fotografía de Luigi Ontani que actualiza la loba capitolina, en la primera jornada, y el entorno doméstico presidido por la bañera de Lucrecia, en la segunda.

Pero lo mejor de esta producción volvió a ser la música de Nebra. Esta vez se contó con un grupo de instrumentos de época, Los Elementos, con su creador, el joven contratenor Alberto Miguélez Rouco, a la dirección y el clave. Su imaginación musical para hacer sonar esta partitura de Nebra fue admirable, a pesar de puntuales desajustes y alguna fanfarria imposible. Escuchamos desde el foso toda la brillantez dramática que faltó sobre el escenario, con una dirección y un acompañamiento lleno de chispa y variedad en el uso del tempo, la dinámica y el carácter. Quizá sobró la música creada por él mismo, como la sinfonía inicial. No obstante, sus decisiones de hacer todas las repeticiones con variantes en las arias y de añadir fragmentos adicionales escritos por Nebra (para las reposiciones de 1748 y 1753) fueron muy acertadas.
Su interpretación de la primera jornada fue en ascenso y los mejores momentos musicales se concentraron en la segunda. Por ejemplo, la viveza que aportó en las seguidillas fue admirable, y especialmente en Los halagos se mezclan con los martirios, que asignó a Tulia, en lugar de a Octavia en la reposición de 1748. Aquí pudimos disfrutar del tono esmaltado de la soprano valenciana Marina Monzó que fue la gran triunfadora de la noche. Su poderosa interpretación del recitativo y aria de la segunda jornada, Huye de mí / Ya, afecto mío, fue lo mejor y más aplaudido de toda la zarzuela. Resultó bien la dramática Lucrecia de la catalana María Hinojosa Montenegro, en su aria final ¡Mi fiera mano airada!, a pesar de su excesivo vibrato fuera de estilo. La mezzo Carol García aportó empaque y musicalidad a la bella aria de Colatino, Corderilla atribulada. Y Judit Subirana fue una aceptable Laureta, aunque con poca gracia. Su divertida aria Si a casa va el majo fue bruscamente interrumpida por la violenta y terrible escena inventada aquí de la violación de Lucrecia. Nos quedó bien claro que la música de Nebra es un simple adorno, algo superfluo.
‘La violación de Lucrecia’ (o ‘Donde hay violencia, no hay culpa’)
Música de José de Nebra.
Libreto de Nicolás González Martínez versionado por Rosa Montero.
Con María Hinojosa Montenegro (soprano), Marina Monzó (soprano), Carol García (mezzosoprano), Judit Subirana (mezzosoprano). Manuela Velasco (actriz) y Borja Luna (actor).
Los Elementos. Dirección musical y clave: Alberto Miguélez Rouco. Dirección escénica: Rafael R. Villalobos.
Teatro de la Zarzuela, hasta el 1 de abril. Madrid
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