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Misas, altares y pasos de Semana Santa: la Iglesia reactiva su cruzada para borrar el pasado islámico de la mezquita-catedral de Córdoba

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El visitante que antes de adentrarse en la mezquita-catedral de Córdoba decida pasear bajo las galerías porticadas que flanquean el Patio de los Naranjos se topará con representaciones en miniatura de pasos de Semana Santa. Justo en el acceso, comprobará que la segunda de las puertas del muro norte del monumento sigue desnuda de la celosía de madera que el Cabildo desmanteló en 2017 para que las imágenes de las cofradías —estas sí a tamaño real― pudieran entrar en el templo, pese a que el Tribunal Supremo ordenó restituirla en 2021. Ya en el interior, si sigue paralelo al muro oeste se sorprenderá con las figuras en bajo relieve que sobresalen en el altar dedicado al beato San Cristóbal, junto a la mezquita primitiva, y cuando contemple la quibla —donde se abre el mihrab―, su mirada tropezará con una estatua de San Juan de Ávila parapetada por cuadros de santos que cuelgan de uno de los elementos arquitectónicos que hacen únicos al monumento.

Estas actuaciones, imágenes y demás parafernalia vinculada con la religión católica han sido ejecutadas y colocadas por el Cabildo catedralicio en los últimos años, pese a la oposición de historiadores y de la Plataforma Ciudadana Mezquita-catedral, que exigían un Plan Director que regulara la proliferación de esos elementos. Sin embargo, el que ha redactado la Diócesis de Córdoba, y que está a punto de aprobar la Junta de Andalucía —competente en materia de protección del patrimonio de la comunidad―, consagra esa intervención en el templo al defender la prevalencia del “uso cultual [del culto] frente al cultural” y le otorga “prioridad absoluta”, frente a cualquier otro.

El Plan Director es un documento que opera como guía para la protección, difusión y sostenibilidad del monumento cuya redacción viene recomendada en el Plan Nacional de Catedrales del Ministerio de Cultura para todos los templos que lo integran, entre ellos la mezquita-catedral. La PMC y los expertos entendían que ese Plan Director debía poner control a la proliferación de elementos religiosos, a la exhibición de exposiciones en su interior dedicadas exclusivamente al cristianismo e incluso a la información histórica que se ofrece al turista sobre el origen visigodo de la mezquita-catedral, pero el que ha redactado el Cabildo es el último hito del Cabildo en su estrategia, que activó a finales el siglo pasado, para dominar el relato histórico de este monumento, ensalzando la impronta cristina, a costa de minimizar su evidente huella andalusí. Los ejemplos más explícitos se produjeron en 2006, con su inmatriculación a favor de la Iglesia católica, y entre 2000 y 2016, cuando se eliminó la palabra “mezquita” de su nomenclatura oficial, llegando a describir los más de cuatro siglos en los que se construyó y amplió el edificio omeya como “intervención islámica”.

Imagen dedicada a San Juan de Ávila en el muro de la quibla de la mezquita-catedral de Córdoba.PACO PUENTES

Forzada por la presión de la sociedad civil, la Iglesia recuperó la anterior designación, pero no ha cejado en su intención de soslayar la importancia de su legado andalusí. El penúltimo conato es el proyecto para la ampliación del museo diocesano y la creación de un centro de recepción de visitantes que alude a la necesidad de frenar “la reducción cultural” de la ciudad de Córdoba que “gira casi exclusivamente en torno a un eje: la antigua mezquita” y “es tan fuerte que tiene la capacidad de eclipsar el brillante pasado visigodo, romano y cristiano”. Una premisa que también guía su primer Plan Director de la Mezquita-catedral.

“El mantenimiento del uso religioso en la mezquita-catedral es una prioridad absoluta, tanto como su prevalencia sobre cualquier otro uso que pueda darse al edificio […]. Se trata por tanto de un valor a salvaguardar, en el que reside buena parte de la autenticidad el edificio”, abunda el texto. Una afirmación que molesta profundamente a Federico Mayor Zaragoza, quien fuera director general de la Unesco entre 1987 y 1999, y uno de los miembros del comité de expertos que en 2018 elaboró un informe sobre la titularidad de la mezquita. “El hecho de que fuera mezquita-catedral fue uno de los motivos fundamentales por los que la Unesco otorgó al edificio el carácter de patrimonio de la humanidad, y la promoción de una religión por encima de los valores que representa la mezquita-catedral podría tener consecuencias sobre el tratamiento de patrimonio de la humanidad”, advierte. “Primero fue mezquita y luego, manteniendo la estructura, fue catedral y eso es lo que representa: la integración religiosa, la pluralidad y una visión amplia de la convivencia entre culturas”, argumenta.

Este es el primer Plan Director que redacta el Cabildo, después de que el que presentara a la Junta en 1991 se quedará en un cajón a falta de incorporar las correcciones que le trasladó la Administración. El nuevo texto fue entregado a la Consejería de Cultura el 1 de diciembre de 2021, quien se lo devolvió al obispado el pasado mes de febrero con “puntualizaciones mínimas” que no impedirán que “sea valorado positivamente”, según indicó entonces el delegado Eduardo Lucena. El Gobierno andaluz no ha precisado a este diario en qué consisten esas matizaciones, pero las fuentes consultadas confirman que está prevista una reunión con los técnicos del Cabildo de Córdoba para “intercambiar impresiones”. Este último organismo ha rehusado colaborar para este reportaje.

Titularidad de la Iglesia y “complejo episcopal” anterior

Pasos de cofradías exhibidos en la Mezquita-catedral de Córdoba durante una exposición en 2019.
Pasos de cofradías exhibidos en la Mezquita-catedral de Córdoba durante una exposición en 2019.

En el documento, además de incidir en que la titularidad del templo pertenece a la Iglesia en virtud de la inscripción en el Registro de la Propiedad y porque “ha venido poseyéndola en concepto de dueña desde la reconquista de la ciudad en 1236″, defiende la prevalencia del “uso cultual, frente al cultural” del edificio por tratarse “de una iglesia cristiana desde el punto de vista funcional y de una catedral desde el punto de vista espacial y arquitectónico”. “El edificio es fundamentalmente una mezquita, se pongan como se pongan”, señala Susana Calvo, profesora titular de Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid. “La claridad arquitectónica y artística del edificio no está en su parte católica, está en su parte islámica, eso es lo que le da toda la singularidad, pero a la Iglesia eso le molesta profundamente y de ahí toda la campaña para postergar esa identidad islámica del edificio”, abunda Alejandro García Sanjuán, catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Huelva y otro de los firmantes del informe sobre la titularidad de la mezquita.

En la declaración que reconocía a la mezquita como Patrimonio de la Humanidad, la Unesco destacó “sus características de monumento único, en el que la arquitectura árabe de sus más esplendorosos tiempos recibe el abrazo de las posteriores construcciones cristianas, con lo que se recrece en una inusitada hermosura”. El relato que el Cabildo reitera en las informaciones turísticas y en el Plan Director incide en presentar como anterior a la mezquita un “complejo que fue una de las principales sedes episcopales de la Antigüedad Tardía, una región temprana e intensamente cristianizada”. Una afirmación que no ha sido científicamente contrastada, tal y como advierte Calvo: “Tenemos una serie de estructuras que todavía no nos dejan trazar lo que es el plano de ese espacio episcopal. Pero decir que la mezquita es una reconversión de una iglesia no tiene sentido, va en la línea de esa cristianización”. “Una cosa es la teología, otra la fe y otra la historia, y la mezquita no es mezquita ni catedral, es patrimonio de la humanidad y su discurso debería ser ese: un bien de interés cultural en el que, además, se da misa. Es como si el foro de Roma se quisiera explicar desde la perspectiva de los mártires cristianos o de las acequias etruscas”, zanja Antonio Monterroso, profesor del Área de Arqueología de la Universidad de Córdoba.

“A mí no me preocupa tanto la interpretación del edificio, ya se verá cómo se contrarrestan los relatos. Lo que me preocupa es el edificio físicamente y que se llegue a enmascarar tanto con elementos religiosos que no quede claro lo que es para un neófito”, indica Calvo, que hace alusión a la supresión de la celosía, cuya recuperación no se incluye en el Plan Director, a la instalación de una plataforma metálica antes de la pandemia vinculada al acceso de las hermandades, a la proliferación de altares e imágenes religiosas o la visita nocturna “eminentemente católica”. El Plan Director del Cabildo, sin embargo, no solo encumbra estas acciones, con epígrafes específicos dedicados a la Semana Santa, sino que asigna la gestión de toda la actividad cultural a la Fundación Osio, dependiente del obispado, y recalca que “el culto ha sido el motivo de su origen y la causa de su mantenimiento a lo largo de los siglos”. “Quienes han hecho las principales intervenciones de conservación han sido el Gobierno y la Junta, así que algo deberán también influir”, cuestiona la historiadora.

Desde la PMC también se reclama que la elaboración del Plan Director no quede en manos del Cabildo y reclama “mecanismos y órganos participativos”, en los que estén presenten las Administraciones y la sociedad civil como prevé el Plan Nacional de Catedrales y la Unesco. En el documento, al arrogarse la titularidad sobre la mezquita-catedral, el obispado también se adjudica la exclusividad de la “gestión y organización” del templo.

Para la PMC estas manifestaciones religiosas suponen “un desprecio notable hacia los componentes históricos y artísticos que atesora el edificio”, de acuerdo con las alegaciones presentadas por la plataforma al Plan Director. Entienden que el nuevo marco regulatorio del templo supone un “claro ataque” a los principios de la Unesco y que la proliferación de iconografía católica atenta contra la materialidad del edificio. Una portavoz de la organización de Naciones Unidas señala que cualquier intervención que no sea permanente, como es el caso de los altares, los cuadros y las imágenes que se han ido incorporando, no vulnera los estándares de conservación de la entidad, por lo que no podrían actuar al respecto. A la Unesco tampoco le compete informar sobre un Plan Director y sí sobre el Plan de Gestión, que está ultimando el Ayuntamiento de Córdoba, pero que incluye como un todo indisoluble la Mezquita-catedral y el casco histórico de la ciudad, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1994.

Mayor implicación de las Administraciones

Puerta del muro norte de la mezquita-catedral sin la celosía desmantelada por el Cabildo y que el Tribunal Supremo ha ordenado restituir.
Puerta del muro norte de la mezquita-catedral sin la celosía desmantelada por el Cabildo y que el Tribunal Supremo ha ordenado restituir.PACO PUENTES

Los historiadores consultados reclaman una mayor implicación de las Administraciones autonómica y central, dado que la Mezquita-catedral es monumento nacional. “No debería permitirse que se distorsione la historia de forma tan flagrante, por eso hay que incidir en la responsabilidad de las Administraciones públicas. La historia tal y como es permite establecer el conocimiento histórico, no tal y como le apetece plantearla al obispado en función de sus intereses confesionales e ideológicos, que no son los que deben regir un Plan Director, y si la Junta, como parece, lo va a aprobar, se convertirá en cómplice de la manipulación del pasado”, sostiene García Sanjuán, quien también apela al Ministerio de Cultura. “Una de las causas fundamentales de lo que está sucediendo es la desidia de las Administraciones públicas”, añade. Consultado al respecto, el Ministerio ha señalado que no le corresponde hacer ninguna alegación al Plan Director, puesto que es la Junta la administración competente y que el plan de gestión del casco histórico de Córdoba compete promoverlo al Ayuntamiento.

Calvo apela a conocer la historia: “En la ciudad fue muy importante el Consejo de Córdoba, que levantaba la voz cada vez que el Cabildo o el obispo querían hacer obras en la mezquita. Eso es lo que ha contribuido a que tengamos estas joyas. Estamos en el siglo XXI, no podemos ser peores que en el XVI”. “Estamos dilapidando una riqueza excepcional, cogiendo la parte más débil del monumento, en lugar de primar la investigación andalusí, y eso no es ir contra nadie, es defender los valores de un monumento universal”, concluye Monterroso.

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María Vázquez, protagonista de ‘Matria’: “Hay miedo a hablar de la precariedad en la industria del cine”

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María Vázquez (Vigo, 44 años) es una obrera de la interpretación y ha sudado como nunca el mono de trabajo para meterse en la piel de Ramona, una proletaria de los mares de Galicia. Para preparar el papel de la protagonista de Matria, que ha puesto en sus manos la Biznaga de Plata a la mejor interpretación femenina del festival de Málaga, se sumergió en las gélidas y exigidas faenas de una fábrica de conservas y se enroló en un barco mejillonero. Se levantaba a las cuatro de la mañana para aprender a encordar los mejillones en las bateas de la ría de Arousa. La película está inspirada en la vida real de Francis Iglesias, una de esas mujeres de hierro que sostienen sin recibir aplausos la vida económica de las Rías Baixas, dentro y fuera de las casas. Vázquez aprendió a hablar como ella, a bromear como ella, a resistir como ella en un ambiente machista. “Esta película es un homenaje a las mujeres obreras del mundo”, proclama esta actriz gallega que ha logrado desarrollar su carrera por España sin emigrar a Madrid. El drama, dirigido por su paisano Álvaro Gago, se estrena en salas comerciales este viernes.

Todo en Matria ha sido concienzudo, explica Vázquez. Recibió el guion un año antes, cuando “lo normal es un mes”. En ese tiempo, practicó con una lingüista el acento que marca el gallego que se habla en la ría de Arousa. Cuando faltaba un mes para empezar a rodar, se instaló allí. Francis, que fue cuidadora del abuelo del director de la película y le inspiró el cortometraje Matria de 2017, ejerció de coach para velar por la autenticidad de la interpretación. Un grupo de trabajadoras de la comarca que actúan en la película también arroparon a Vázquez en su transformación. Con todo, la artista admite que le costó alcanzar la bravura de sus compañeras de rodaje: “Matria refleja la vida de unas mujeres muy fuertes y poderosas, pero con poca autoestima. Mantienen la industria en la zona de las Rías Baixas y también cuidan de su familia y de la familia de los demás para que estos puedan trabajar”.

La protagonista de ‘Matria’, en Santiago.ÓSCAR CORRAL

Encarnar a este personaje “sin filtros”, que “dice todo lo que piensa” aderezado con retranca, fue “rico y expurgativo” para la actriz. Vázquez “se enramonizó” de tal manera que en la intimidad de su casa, para pasmo de sus dos hijos pequeños, seguía hablando como ella. Ahora que Ramona ya la ha desposeído, le embarga el “síndrome de la impostora”, confiesa: sigue quedando con las vecinas de la ría de Arousa que tanto la ayudaron en Matria, pero se siente algo rara porque ya no se comporta como una de ellas.

Habitante de la periferia “por militancia”

Vázquez integra esa inmensa mayoría de actrices ajenas al envoltorio del glamur y los estereotipos de la profesión: “Más del 90% somos obreras que lidiamos con la conciliación. Yo soy una mujer corriente que no podría trabajar si no fuera por la ayuda de mi madre jubilada”. El cine, subraya, “no es una industria de millonarios de la subvención”, y sigue habiendo una “brecha grande” entre los puestos directivos y protagonistas de una película, por un lado, y el resto del equipo, por otro. Se han limado las diferencias en el trato, pero “en sueldos aún hay mucho que mejorar”. Persiste “la precariedad en los convenios”, “mucha gente no llega a fin de mes” o “tiene que hacer todo tipo de trabajos para poder seguir contando historias”, explica: “Hay miedo a hablar de la precariedad, a protestar y que no te den trabajo; por eso la gente que tiene poder tiene también la responsabilidad de pronunciarse”. Vázquez cree que la industria del cine debería empezar a contar historias sobre las vidas de sus propios subalternos: “Es algo que está oculto, como si fuera tabú”.

María Vázquez, en 'Matria', de Álvaro Gago.
María Vázquez, en ‘Matria’, de Álvaro Gago.

Vázquez acaba de estrenar también Honeymoon, una road movie con humor negro dirigida por Enrique Otero y en la que hace de policía compartiendo cartel con Javier Gutiérrez, Nathalie Poza, Antonio Durán Morris y Berta Ojea, elenco de lujo con varios gallegos. Atribuye la cantera actoral y técnica de la que puede presumir Galicia a la apuesta que se hizo en los noventa por destinar ayudas oficiales al sector. Opina que el eslabón de la cadena en el que se debería invertir ahora dinero público es “la distribución, las salas”, porque “es el punto débil”. “La juventud tiene que ver nuestras películas. Hay que llevarlas a los centros educativos, a los centros culturales… No se pueden abrir salas de cine en los pueblos pequeños, pero sí se pueden utilizar los auditorios y los teatros que ya existen, porque los hay vacíos”.

Vázquez vive “en la aldea más grande del mundo”: Santiago de Compostela. En una casa con huerto desde la que puede ir andando al centro de la capital gallega y muy cerca de sus padres. Dice que habita la tierra en la que nació “por militancia”, después de vivir 15 años en Madrid, la ciudad a la que se fue como bailarina y en la que descubrió su vocación de actriz: “Eso de que si no estás en Madrid no puedes hacer nada es un eslogan interesado. La vida allí me cuesta entenderla: es hostil, todo es muy caro y lleva mucho tiempo…”. Celebra que el “centralismo en los rodajes” haya llegado a su fin y que en el audiovisual reine ahora la diversidad geográfica e idiomática: “Desde la periferia se puede trabajar donde se quiera”.

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Carmelo García, de niño prodigio del toreo a empresario taurino y musical

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Tiene ocupados la casi totalidad de los fines de semana del año como organizador de espectáculos musicales y deportivos por toda España, pero su pasión son los toros, y se ha ganado un prestigio empresarial —es vicepresidente de ANOET, la patronal taurina— como gestor de plazas como Algeciras y Sanlúcar de Barrameda, ciudad gaditana donde nació en diciembre de 1967.

Carmelo García fue un niño prodigio del toreo, Paco Ojeda le cedió el título de matador de toros en 1987, y como subalterno en la cuadrilla de Jesulín de Ubrique alcanzó la felicidad que le negó el traje de luces. Hoy, sigue enamorado de la fiesta de los toros y ejerce cada día como responsable de la organización de festejos.

Unos 90 anuncia ante el público cada año, pero solo 20 de ellos son taurinos; el resto, conciertos de música actual y espectáculos de motos —los que se denominan Freestyle Motocross— por todo el país, porque García solo regenta taurinamente cinco plazas; a las ya citadas de Algeciras y Sanlúcar se suman Villacarrillo (Jaén), San José del Valle (Cádiz) y Peraleda de la Mata (Cáceres).

“La música y las motos dejan más beneficios que los toros”, afirma Carmelo García. “Cada vez trabajamos más en este sector con figuras de la canción y de las acrobacias, pero a mí lo que me gusta es organizar festejos taurinos, aunque reconozco que debo complementarlos con las otras actividades para que salgan los números de la empresa; si no fuera por la música, también podría vivir, pero de otro modo”.

“Cuando toreaba nunca dejé de dormir una sola noche, y como empresario sí que me he desvelado más de una vez”

García cuenta con seis trabajadores de plantilla, y confiesa que gana poco dinero con los toros, porque los costes de producción son muy altos. “Hace años que no subo el precio de las entradas, pero me basta con lo que obtengo”, añade. “Y confieso que soy más feliz cuando el público se divierte y el beneficio es corto, que al revés, cuando el espectáculo es aburrido pero gano más. De hecho, prefiero quedarme como estoy y no quiero más plazas”.

En estos días, Carmelo García combina el trabajo de los fines de semana con la compra de los toros para sus ferias y la contratación de los toreros. “Este es un período crucial en la temporada; ahora es cuando tienes que acertar con los carteles y las ganaderías”, comenta el empresario. “Ahora es cuando te puedes equivocar, porque, después, llega el mes de julio y te puedes encontrar que los toreros elegidos han perdido interés o han triunfado otros que no has contratado”.

García confiesa que le preocupan los toreros jóvenes con proyección, y que la obligación de todo empresario es apostar por el futuro. Añade que conoce el sector y que mantiene una buena relación con toreros y ganaderos. “Las figuras son exigentes, claro que sí”, afirma, “y es normal que quien alcanza la cima quiera mandar; es lógico, además, que el torero que lleva público a la plaza pretenda ganar dinero, pero nunca he tenido problemas con nadie cuando ha habido que negociar una reducción de los honorarios porque los espectadores no hayan respondido una tarde”.

Carmelo García, en sus tiempos de novillero con caballos.

Pregunta. ¿La empresa le quita el sueño?

Respuesta. Cuando toreaba nunca dejé de dormir una sola noche, y como empresario sí que me he desvelado más de una vez. Me pongo muy nervioso. Una vez que se inicia el paseíllo, ya no puedes hacer nada. Y me preocupa defraudar a mis clientes.

Carmelo García sí fue un torero emergente con proyección, aunque la vida le sorprendiera por otros caminos. Y lo cuenta con naturalidad: “Nací frente a la plaza de toros de Sanlúcar, mi infancia transcurrió en su ruedo, y el toro se convirtió en mi mundo y mi pasión sin influencia familiar alguna, pues mis padres no eran ni aficionados”.

P. Y dijeron de usted que era un niño torero prodigio.

R. Es verdad, eso decían de mí, y yo respondo que equivoqué a todos, porque creían que sería figura y no lo fui. Me pusieron por las nubes y no fui nada.

P. Nada, tampoco…

R. Bueno… Empecé con 13 años vestido de luces por vez primera en Benicasim (Castellón); después, fui durante dos temporadas figura de los novilleros con caballos, y en una de ellas lideré el escalafón, pero en el año 86, en la localidad toledana de Almorox, un novillo me metió el pitón por el cuello y salió por la boca, y me asusté mucho.

“El toro es mi pasión y disfruto con lo que hago; es muy importante que tu trabajo sea tu hobby”

P. Pero la alternativa fue de lujo…

R. Sin duda. Una tarde soñada, —el 31 de mayo de 1987—, junto al maestro Paco Ojeda y Jerezano en la plaza de Sanlúcar. Ese año hice el paseíllo siete tardes, y después…

“Después de la cornada de Almorox, transcurrió un tiempo largo en que no lo veía”, prosigue el torero. “Es que estuve muy cerca de la muerte, me operaron en el garaje de una casa, y lo pasé francamente mal”.

Aguantó tres años en el escalafón superior, sufrió lo que él califica como “el calvario del paro”, y con 23 años decidió vestir el traje de plata en la cuadrilla de Jesulín de Ubrique.

“Estuve con Jesús 18 años, gané dinero, conseguí premios en ferias importantes, disfruté mucho y fui muy feliz. Estaba al lado del mejor torero de los últimos tiempos, nos alojábamos en los mejores hoteles, íbamos a las grandes ferias y con buenas corridas… Con Jesulín pude vivir la grandeza del toreo. Y cuando él se retiró en 2004 decidí yo también colgar el traje de torero”.

Y al año siguiente, junto a su compañero Antonio Caba, debutó como empresario de la plaza de Ubrique. Pronto se separaron los nuevos gestores, y, desde entonces, Carmelo García ejerce su labor en solitario.

“El toro es mi pasión”, insiste. “Nunca lo abandonaré por la música o las motos. Disfruto con lo que hago, y es muy importante que tu trabajo sea tu hobby”.

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El cuento del puñetazo de Mario Vargas Llosa a Gabriel García Márquez

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“Ese libro será un montón de mentiras”, dijo Mario Vargas Llosa hace unas semanas a este periódico cuando se le preguntó por la inminente publicación de Los genios (Galaxia Gutenberg), del escritor Jaime Bayly (Lima, 58 años). Este miércoles, en el aristocrático hotel Wellington de Madrid, su autor lo corroboraba: “Sí, está lleno de mentiras, como toda novela, pero no de mentiras caprichosas ni antojadizas sino creíbles, verosímiles”. La obra comienza, antes de comenzar, con una advertencia redactada por él mismo: “Este libro no es un texto histórico ni una investigación periodística. Es una novela, una obra de ficción, que entremezcla unos hechos reales, históricos, con unos hechos ficticios que provienen de la inventiva del autor”. Bayly añade ahora: “Déjame hacer una salvedad: no es un texto histórico pero es una novela histórica; y no es una crónica periodística pero es una novela que he investigado desde la curiosidad periodística, digamos desde mi condición de periodista”. Por si no fuera suficiente con la fe notarial antedicha, aún antes de arrancar la novela legitima su género citando al propio Vargas Llosa en Historia de Mayta: “Algo que se aprende, tratando de reconstruir un suceso a base de testimonios, es, justamente, que todas las historias son cuentos, que están hechas de verdades y mentiras”. Luego, ya sí, empieza:

“―Esto es por lo que le hiciste a Patricia ―gritó Vargas Llosa”.

“Dijo ‘por lo que le hiciste’, no ‘por lo que le dijiste’ como algunos han dicho”, precisa Bayly, que asegura haberlo contrastado con una persona que estuvo allí. Allí es 1976 en un cine de la Ciudad de México el día en que Vargas Llosa noqueó de un puñetazo a Gabriel García Márquez. Los genios son ellos y el libro es la novela sobre el final de su amistad.

Nunca se ha sabido qué pasó. Si García Márquez le hizo o le dijo algo a Patricia Llosa. El Nobel colombiano murió en 2014 sin haberlo desvelado. El Nobel peruano, a sus 86 años, tampoco lo ha hecho ni lo hará. Manuel Jabois, en una entrevista reciente en EL PAÍS, le volvió a preguntar qué pudo romper su relación. El escritor respondió: “Mujeres, simplemente”. Bayly le preguntó a los dos. A García Márquez, en Washington en los años noventa. “Me dijo: ‘Yo no me peleé con él, él se peleó conmigo. Y no te voy a decir nada más, habla con mis amigos”. A Vargas Llosa, en Lima a bordo del BMW dorado de Mario. “Me dijo: ‘No voy a hablar nunca de ese tema’, muy serio. Y enseguida: ‘García Márquez tiene cáncer’. Lo recuerdo como si fuera ayer. Fue en el año 1985. Gabo todavía vivió 30 años más”.

El hermetismo en torno al mítico puñetazo ―plasmado en la mítica foto con el ojo morado que se hizo tomar el coñón García Márquez― le pareció siempre a Bayly “muy literario” y lo motivó a atravesarlo con su cruce de fábula y hechos.

Jaime Bayly, este jueves en el hotel Wellington de Madrid. Samuel Sánchez

“Cuando dos genios se niegan a hablar de algo así, ¡hombre, están picando tu curiosidad literaria! Porque yo entiendo la literatura como abrir el armario para ver qué esqueletos hay”. Afirma que la obra está basada en una labor de documentación y recogida de testimonios que se remonta a los noventa. De bibliografía cita biografías de García Márquez y sobre todo el enciclopédico Aquellos años del boom, de Xavi Ayén. De testimonios, escritores como Jorge Edwards, Plinio Apuleyo Mendoza, Tomás Eloy Martínez o Álvaro Mutis. Y a la legendaria Carmen Balcells, agente de los dos nobeles y años más tarde de Bayly, que en el libro la califica de más inteligente que ellos dos juntos: “Una criatura sobrenatural, un huracán de vientos nobles, inventora y domadora de todos los genios”.

El conocimiento acumulado le permite realizar un rico perfil psicológico y contextual de Mario y de Gabriel en los nueve años que duró su amistad, y más concretamente en la fase que más le interesa, los dos años previos al puñetazo, en los que, según relata en el libro y asevera en la entrevista, Vargas Llosa dejó a Patricia por otra mujer. “Qué pasa entre Patricia y Gabo en ese momento, ahí está el secreto de la novela; es más, qué pasa entre Patricia y los gabos [Gabriel y su esposa, Mercedes Barcha, fallecida en 2020], qué le dijeron los gabos, qué aproximaciones hizo don Gabriel a Patricia, si acaso, y qué ocurrió entre ellos”.

En la novela, Bayly propone un desenlace. No lo destriparemos, solo diremos que es moderado para lo que se podría esperar del autor, enfant terrible de la élite limeña, de inteligencia muy aguda, otrora desaforada y hoy más destilada.

Portada del diario mexicano 'La Jornada' del 6 de marzo de 2007, con la fotografía en la que se ve a Gabriel García Márquez con el ojo amoratado tras el puñetazo que recibió de Mario Vargas Llosa, tomada 30 años atrás por Rodrigo Moya.
Portada del diario mexicano ‘La Jornada’ del 6 de marzo de 2007, con la fotografía en la que se ve a Gabriel García Márquez con el ojo amoratado tras el puñetazo que recibió de Mario Vargas Llosa, tomada 30 años atrás por Rodrigo Moya.Mario Guzmán ((EPA) EFE)

Pero lo importante del libro no es cómo resuelve el chisme. Lo valioso de esta novela histórica es cómo ilumina ese acontecimiento que trascenderá a todo y que es la amistad fraternal ―y su ruina― entre dos gigantes de la literatura. En eso el libro ofrece información valiosa y editada con tino desde la misma foto de portada. Bayly la encontró en el archivo de la revista peruana Caretas y la adquirió. Es suya. Y es única. Hace unas semanas que se han conocido en Caracas. Están en Lima después de dar una conferencia. Los dos de traje y corbata. Mario sostiene un pitillo y desde su mayor altura, sonriente, mira con el rabillo del ojo a Gabriel, cómodo pero no tanto aún como para recoger el Nobel con guayabera. Acababa de salir Cien años de soledad. Pronto llegaría su tremendo éxito de ventas. “En esta foto Gabo quería ser tan exitoso como era ya Mario. Un año después ya los papeles se habían cambiado”, dice Bayly, trajeado en el Wellington y con su característico flequillo lacio.

Por entonces se habían leído y se admiraban literariamente. En los años sucesivos vino una relación de gran cariño e intimidad. Fueron vecinos en Barcelona de 1970 a 1974, Mercedes y Gabriel, Mario y Patricia. Bayly contó los pasos entre portales. No llegó a cien. Cuenta que García Márquez le llamaba a Vargas Llosa “hermanazo”. El peruano lo admiraba, dice, “por su imaginación prodigiosa”, y el colombiano estimaba “su cabeza de intelectual”. No fueron, sin embargo, tiempos de especial fertilidad creativa para ambos. “Vargas Llosa solo sacó una novela menor, Pantaleón y las visitadoras, y García Márquez no volvió a publicar nada hasta 1975, El otoño del patriarca. Creo que el éxito de Cien años de soledad los agarrotó a los dos. A Gabo porque no sabía qué hacer para estar a la altura de lo que había hecho y a Mario porque no sabía qué iba a hacer para ganarle como le ganaba antes, si no en ventas al menos en cuanto a crítica”. El piñazo acabó con su amistad, pues nunca se volvieron a hablar ni a ver, pero a la luz de la obra de Bayly y de la cronología creativa de ambos, se diría que fue una óptima decisión literaria, pues después volvieron las obras maestras y llegaron los nobeles (Gabo en 1982, Mario en 2010). Al menos les sirvió para desbloquearse.

Balcells, dice el autor de Los genios, intentó reconciliarlos y Gabo estuvo dispuesto. “En su última década de vida García Márquez estuvo dos veces esperándolo, una en Barcelona y otra en Cartagena, pero Mario al final abortó los encuentros”. ¿Por qué cree que habría hecho eso? “Porque creo que es un hombre muy leal a sus amigos y más leal todavía a sus enemigos”.

Cada uno siguió su glorioso camino por su lado. Gabo con Mercedes, su máxima autoridad. Mario con Patricia, su esposa y prima hermana, que en la novela lo perdona por su infidelidad y vuelve con él. “Hay que tener mucho carácter, inteligencia y sabiduría para eso”, dice Jaime Bayly. “En Los genios, ella es la genia subestimada”.

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