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Muere el actor Lance Reddick, conocido por su papel en ‘The Wire’, a los 60 años

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El actor estadounidense Lance Reddick ha muerto este viernes a los 60 años en su casa de Studio City, en Los Ángeles. La policía ha informado este viernes que Reddick fue hallado sin vida dentro de su residencia hacia las 09.30. Todavía se desconocen las causas del fallecimiento, pero las autoridades han dicho al medio de espectáculos, TMZ, el primero que dio a conocer el hallazgo, que sospechan que se debe a causas naturales. A pesar de haber aparecido en un centenar de títulos de series de televisión y películas, Reddick será recordado por un puñado de papeles, especialmente por el interpretado para The Wire, considerado uno de los mejores programas de televisión jamás emitidos.

Reddick falleció mientras promocionaba la cuarta entrega de la saga de acción John Wick, protagonizada por Keanu Reeves. La nueva película será estrenada el 24 de marzo en las salas. Reddick interpretaba en las cintas a Charon, el gerente del hotel que auxilia al héroe de la película, un sicario que se ve obligado a dejar el retiro después de que hombres asesinaras a su perro. La sed de venganza de Wick se ha extendido por cuatro entregas y ha provocado un universo en el que Reddick estaba contemplado para participar. Se había anunciado su participación en uno de los spin offs, Ballerina, encabezado por Ana de Armas.

Reddick nació en Baltimore en diciembre de 1962. A pesar de haber estudiado composición musical, encontró cierto éxito como actor. Su carrera inició en la pantalla chica, donde apareció en series sobre policías y crímenes, un sello que marcaría su treyectoria a lo largo de las décadas. Su primer trabajo para el cine fue para Grandes Esperanzas, la película con la que el mexicano Alfonso Cuarón profundizaba su experiencia en Hollywood. El papel de Reddick fue modesto en aquella cinta protagonizada por Gwyneth Paltrow. En El ala oeste de la Casa Blanca, la serie de Aaron Sorkin, Reddick apareció un capítulo como policía de Washington D.C.

La estabilidad llegó con el cambio de siglo y de la mano de HBO, una cadena que ayudó a borrar para siempre la reputación de la televisión como la caja idiota. Reddick, con su larga y espigada figura y su oscuro tono de piel, se convirtió en uno de los habituales de OZ, la cruda serie que relataba la vida tras las rejas en Estados Unidos. Fue uno de los títulos que comenzaron a afianzar la sólida reputación del estudio, una fama que tocaría su punto más alto con Los Soprano y The Wire, donde Reddick dio vida al teniente Cedrick Daniels. Daniels apareció en las cinco temporadas, sumándose para siempre a la historia de la televisión y esto a pesar de que personalmente no soportaba a Dominic West, el actor que daba vida al detective McNulty. Esta falta de química hizo que la pareja trasladara a la pantalla una inolvidable relación entre dos policías de Baltimore, la ciudad natal de Reddick.

En el terreno de la ficción, también formó parte del reparto de las series de Perdidos, Fringe y Bosch. Además, interpretó a Albert Wesker en la adaptación que hizo Netflix de Resident Evil, basada en los videojuegos de Capcom. El actor tenía algunos proyectos inéditos en proceso, como su interpretación del dios griego Zeus en la próxima serie de Disney+ Percy Jackson and the Olympians.

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Carmelo García, de niño prodigio del toreo a empresario taurino y musical

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Tiene ocupados la casi totalidad de los fines de semana del año como organizador de espectáculos musicales y deportivos por toda España, pero su pasión son los toros, y se ha ganado un prestigio empresarial —es vicepresidente de ANOET, la patronal taurina— como gestor de plazas como Algeciras y Sanlúcar de Barrameda, ciudad gaditana donde nació en diciembre de 1967.

Carmelo García fue un niño prodigio del toreo, Paco Ojeda le cedió el título de matador de toros en 1987, y como subalterno en la cuadrilla de Jesulín de Ubrique alcanzó la felicidad que le negó el traje de luces. Hoy, sigue enamorado de la fiesta de los toros y ejerce cada día como responsable de la organización de festejos.

Unos 90 anuncia ante el público cada año, pero solo 20 de ellos son taurinos; el resto, conciertos de música actual y espectáculos de motos —los que se denominan Freestyle Motocross— por todo el país, porque García solo regenta taurinamente cinco plazas; a las ya citadas de Algeciras y Sanlúcar se suman Villacarrillo (Jaén), San José del Valle (Cádiz) y Peraleda de la Mata (Cáceres).

“La música y las motos dejan más beneficios que los toros”, afirma Carmelo García. “Cada vez trabajamos más en este sector con figuras de la canción y de las acrobacias, pero a mí lo que me gusta es organizar festejos taurinos, aunque reconozco que debo complementarlos con las otras actividades para que salgan los números de la empresa; si no fuera por la música, también podría vivir, pero de otro modo”.

“Cuando toreaba nunca dejé de dormir una sola noche, y como empresario sí que me he desvelado más de una vez”

García cuenta con seis trabajadores de plantilla, y confiesa que gana poco dinero con los toros, porque los costes de producción son muy altos. “Hace años que no subo el precio de las entradas, pero me basta con lo que obtengo”, añade. “Y confieso que soy más feliz cuando el público se divierte y el beneficio es corto, que al revés, cuando el espectáculo es aburrido pero gano más. De hecho, prefiero quedarme como estoy y no quiero más plazas”.

En estos días, Carmelo García combina el trabajo de los fines de semana con la compra de los toros para sus ferias y la contratación de los toreros. “Este es un período crucial en la temporada; ahora es cuando tienes que acertar con los carteles y las ganaderías”, comenta el empresario. “Ahora es cuando te puedes equivocar, porque, después, llega el mes de julio y te puedes encontrar que los toreros elegidos han perdido interés o han triunfado otros que no has contratado”.

García confiesa que le preocupan los toreros jóvenes con proyección, y que la obligación de todo empresario es apostar por el futuro. Añade que conoce el sector y que mantiene una buena relación con toreros y ganaderos. “Las figuras son exigentes, claro que sí”, afirma, “y es normal que quien alcanza la cima quiera mandar; es lógico, además, que el torero que lleva público a la plaza pretenda ganar dinero, pero nunca he tenido problemas con nadie cuando ha habido que negociar una reducción de los honorarios porque los espectadores no hayan respondido una tarde”.

Carmelo García, en sus tiempos de novillero con caballos.

Pregunta. ¿La empresa le quita el sueño?

Respuesta. Cuando toreaba nunca dejé de dormir una sola noche, y como empresario sí que me he desvelado más de una vez. Me pongo muy nervioso. Una vez que se inicia el paseíllo, ya no puedes hacer nada. Y me preocupa defraudar a mis clientes.

Carmelo García sí fue un torero emergente con proyección, aunque la vida le sorprendiera por otros caminos. Y lo cuenta con naturalidad: “Nací frente a la plaza de toros de Sanlúcar, mi infancia transcurrió en su ruedo, y el toro se convirtió en mi mundo y mi pasión sin influencia familiar alguna, pues mis padres no eran ni aficionados”.

P. Y dijeron de usted que era un niño torero prodigio.

R. Es verdad, eso decían de mí, y yo respondo que equivoqué a todos, porque creían que sería figura y no lo fui. Me pusieron por las nubes y no fui nada.

P. Nada, tampoco…

R. Bueno… Empecé con 13 años vestido de luces por vez primera en Benicasim (Castellón); después, fui durante dos temporadas figura de los novilleros con caballos, y en una de ellas lideré el escalafón, pero en el año 86, en la localidad toledana de Almorox, un novillo me metió el pitón por el cuello y salió por la boca, y me asusté mucho.

“El toro es mi pasión y disfruto con lo que hago; es muy importante que tu trabajo sea tu hobby”

P. Pero la alternativa fue de lujo…

R. Sin duda. Una tarde soñada, —el 31 de mayo de 1987—, junto al maestro Paco Ojeda y Jerezano en la plaza de Sanlúcar. Ese año hice el paseíllo siete tardes, y después…

“Después de la cornada de Almorox, transcurrió un tiempo largo en que no lo veía”, prosigue el torero. “Es que estuve muy cerca de la muerte, me operaron en el garaje de una casa, y lo pasé francamente mal”.

Aguantó tres años en el escalafón superior, sufrió lo que él califica como “el calvario del paro”, y con 23 años decidió vestir el traje de plata en la cuadrilla de Jesulín de Ubrique.

“Estuve con Jesús 18 años, gané dinero, conseguí premios en ferias importantes, disfruté mucho y fui muy feliz. Estaba al lado del mejor torero de los últimos tiempos, nos alojábamos en los mejores hoteles, íbamos a las grandes ferias y con buenas corridas… Con Jesulín pude vivir la grandeza del toreo. Y cuando él se retiró en 2004 decidí yo también colgar el traje de torero”.

Y al año siguiente, junto a su compañero Antonio Caba, debutó como empresario de la plaza de Ubrique. Pronto se separaron los nuevos gestores, y, desde entonces, Carmelo García ejerce su labor en solitario.

“El toro es mi pasión”, insiste. “Nunca lo abandonaré por la música o las motos. Disfruto con lo que hago, y es muy importante que tu trabajo sea tu hobby”.

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El cuento del puñetazo de Mario Vargas Llosa a Gabriel García Márquez

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“Ese libro será un montón de mentiras”, dijo Mario Vargas Llosa hace unas semanas a este periódico cuando se le preguntó por la inminente publicación de Los genios (Galaxia Gutenberg), del escritor Jaime Bayly (Lima, 58 años). Este miércoles, en el aristocrático hotel Wellington de Madrid, su autor lo corroboraba: “Sí, está lleno de mentiras, como toda novela, pero no de mentiras caprichosas ni antojadizas sino creíbles, verosímiles”. La obra comienza, antes de comenzar, con una advertencia redactada por él mismo: “Este libro no es un texto histórico ni una investigación periodística. Es una novela, una obra de ficción, que entremezcla unos hechos reales, históricos, con unos hechos ficticios que provienen de la inventiva del autor”. Bayly añade ahora: “Déjame hacer una salvedad: no es un texto histórico pero es una novela histórica; y no es una crónica periodística pero es una novela que he investigado desde la curiosidad periodística, digamos desde mi condición de periodista”. Por si no fuera suficiente con la fe notarial antedicha, aún antes de arrancar la novela legitima su género citando al propio Vargas Llosa en Historia de Mayta: “Algo que se aprende, tratando de reconstruir un suceso a base de testimonios, es, justamente, que todas las historias son cuentos, que están hechas de verdades y mentiras”. Luego, ya sí, empieza:

“―Esto es por lo que le hiciste a Patricia ―gritó Vargas Llosa”.

“Dijo ‘por lo que le hiciste’, no ‘por lo que le dijiste’ como algunos han dicho”, precisa Bayly, que asegura haberlo contrastado con una persona que estuvo allí. Allí es 1976 en un cine de la Ciudad de México el día en que Vargas Llosa noqueó de un puñetazo a Gabriel García Márquez. Los genios son ellos y el libro es la novela sobre el final de su amistad.

Nunca se ha sabido qué pasó. Si García Márquez le hizo o le dijo algo a Patricia Llosa. El Nobel colombiano murió en 2014 sin haberlo desvelado. El Nobel peruano, a sus 86 años, tampoco lo ha hecho ni lo hará. Manuel Jabois, en una entrevista reciente en EL PAÍS, le volvió a preguntar qué pudo romper su relación. El escritor respondió: “Mujeres, simplemente”. Bayly le preguntó a los dos. A García Márquez, en Washington en los años noventa. “Me dijo: ‘Yo no me peleé con él, él se peleó conmigo. Y no te voy a decir nada más, habla con mis amigos”. A Vargas Llosa, en Lima a bordo del BMW dorado de Mario. “Me dijo: ‘No voy a hablar nunca de ese tema’, muy serio. Y enseguida: ‘García Márquez tiene cáncer’. Lo recuerdo como si fuera ayer. Fue en el año 1985. Gabo todavía vivió 30 años más”.

El hermetismo en torno al mítico puñetazo ―plasmado en la mítica foto con el ojo morado que se hizo tomar el coñón García Márquez― le pareció siempre a Bayly “muy literario” y lo motivó a atravesarlo con su cruce de fábula y hechos.

Jaime Bayly, este jueves en el hotel Wellington de Madrid. Samuel Sánchez

“Cuando dos genios se niegan a hablar de algo así, ¡hombre, están picando tu curiosidad literaria! Porque yo entiendo la literatura como abrir el armario para ver qué esqueletos hay”. Afirma que la obra está basada en una labor de documentación y recogida de testimonios que se remonta a los noventa. De bibliografía cita biografías de García Márquez y sobre todo el enciclopédico Aquellos años del boom, de Xavi Ayén. De testimonios, escritores como Jorge Edwards, Plinio Apuleyo Mendoza, Tomás Eloy Martínez o Álvaro Mutis. Y a la legendaria Carmen Balcells, agente de los dos nobeles y años más tarde de Bayly, que en el libro la califica de más inteligente que ellos dos juntos: “Una criatura sobrenatural, un huracán de vientos nobles, inventora y domadora de todos los genios”.

El conocimiento acumulado le permite realizar un rico perfil psicológico y contextual de Mario y de Gabriel en los nueve años que duró su amistad, y más concretamente en la fase que más le interesa, los dos años previos al puñetazo, en los que, según relata en el libro y asevera en la entrevista, Vargas Llosa dejó a Patricia por otra mujer. “Qué pasa entre Patricia y Gabo en ese momento, ahí está el secreto de la novela; es más, qué pasa entre Patricia y los gabos [Gabriel y su esposa, Mercedes Barcha, fallecida en 2020], qué le dijeron los gabos, qué aproximaciones hizo don Gabriel a Patricia, si acaso, y qué ocurrió entre ellos”.

En la novela, Bayly propone un desenlace. No lo destriparemos, solo diremos que es moderado para lo que se podría esperar del autor, enfant terrible de la élite limeña, de inteligencia muy aguda, otrora desaforada y hoy más destilada.

Portada del diario mexicano 'La Jornada' del 6 de marzo de 2007, con la fotografía en la que se ve a Gabriel García Márquez con el ojo amoratado tras el puñetazo que recibió de Mario Vargas Llosa, tomada 30 años atrás por Rodrigo Moya.
Portada del diario mexicano ‘La Jornada’ del 6 de marzo de 2007, con la fotografía en la que se ve a Gabriel García Márquez con el ojo amoratado tras el puñetazo que recibió de Mario Vargas Llosa, tomada 30 años atrás por Rodrigo Moya.Mario Guzmán ((EPA) EFE)

Pero lo importante del libro no es cómo resuelve el chisme. Lo valioso de esta novela histórica es cómo ilumina ese acontecimiento que trascenderá a todo y que es la amistad fraternal ―y su ruina― entre dos gigantes de la literatura. En eso el libro ofrece información valiosa y editada con tino desde la misma foto de portada. Bayly la encontró en el archivo de la revista peruana Caretas y la adquirió. Es suya. Y es única. Hace unas semanas que se han conocido en Caracas. Están en Lima después de dar una conferencia. Los dos de traje y corbata. Mario sostiene un pitillo y desde su mayor altura, sonriente, mira con el rabillo del ojo a Gabriel, cómodo pero no tanto aún como para recoger el Nobel con guayabera. Acababa de salir Cien años de soledad. Pronto llegaría su tremendo éxito de ventas. “En esta foto Gabo quería ser tan exitoso como era ya Mario. Un año después ya los papeles se habían cambiado”, dice Bayly, trajeado en el Wellington y con su característico flequillo lacio.

Por entonces se habían leído y se admiraban literariamente. En los años sucesivos vino una relación de gran cariño e intimidad. Fueron vecinos en Barcelona de 1970 a 1974, Mercedes y Gabriel, Mario y Patricia. Bayly contó los pasos entre portales. No llegó a cien. Cuenta que García Márquez le llamaba a Vargas Llosa “hermanazo”. El peruano lo admiraba, dice, “por su imaginación prodigiosa”, y el colombiano estimaba “su cabeza de intelectual”. No fueron, sin embargo, tiempos de especial fertilidad creativa para ambos. “Vargas Llosa solo sacó una novela menor, Pantaleón y las visitadoras, y García Márquez no volvió a publicar nada hasta 1975, El otoño del patriarca. Creo que el éxito de Cien años de soledad los agarrotó a los dos. A Gabo porque no sabía qué hacer para estar a la altura de lo que había hecho y a Mario porque no sabía qué iba a hacer para ganarle como le ganaba antes, si no en ventas al menos en cuanto a crítica”. El piñazo acabó con su amistad, pues nunca se volvieron a hablar ni a ver, pero a la luz de la obra de Bayly y de la cronología creativa de ambos, se diría que fue una óptima decisión literaria, pues después volvieron las obras maestras y llegaron los nobeles (Gabo en 1982, Mario en 2010). Al menos les sirvió para desbloquearse.

Balcells, dice el autor de Los genios, intentó reconciliarlos y Gabo estuvo dispuesto. “En su última década de vida García Márquez estuvo dos veces esperándolo, una en Barcelona y otra en Cartagena, pero Mario al final abortó los encuentros”. ¿Por qué cree que habría hecho eso? “Porque creo que es un hombre muy leal a sus amigos y más leal todavía a sus enemigos”.

Cada uno siguió su glorioso camino por su lado. Gabo con Mercedes, su máxima autoridad. Mario con Patricia, su esposa y prima hermana, que en la novela lo perdona por su infidelidad y vuelve con él. “Hay que tener mucho carácter, inteligencia y sabiduría para eso”, dice Jaime Bayly. “En Los genios, ella es la genia subestimada”.

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Rosalía y Rauw Alejandro describen su amor incitando al perreo y deformando el bolero

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El romance, el erotismo y el sexo. De eso tratan las letras de las canciones de RR, el grupo que han formado Rosalía (Barcelona, 30 años) y Rauw Alejandro (San Juan, Puerto Rico, 30 años), como todo el mundo sabe pareja sentimental desde hace unos años. Sus tres primeras canciones (Beso, Vampiros y Promesa) se pueden escuchar desde esta medianoche en las plataformas digitales. Aparte de enterarnos de que en su casa, allá por Miami, “huele a tabaco y melón”, escuchamosdos temas de bases reguetoneras con interesantes incrustaciones sonoras y un bolero retorcido, original, con un final sorprendente. Tres piezas con poco flamenco y que en las manos y las voces de otro dúo hubiesen desbordado en azúcar pero que en las suyas suenan como un todo, bien empastadas, siempre priorizando la canción y evitando lucimientos individuales.

Lo llaman “proyecto”, como si estuviesen en la primera clase de preparación para ser un buen CEO. Pero esto es música. El proyecto RR, o mejor dicho RЯ, que las iniciales de Rosalía y Rauw se están besando en el logotipo que han publicitado. Dicen que han trabajado en ellas durante el último año. De Rosalía se conoce prácticamente todo. Otro mejor dicho: se conoce lo que quiere mostrar hábilmente en sus redes sociales esta especie de superheroína que aparece en la ventana de TikTok ante millones de personas para decirles que el mundo está cambiando y ella sabe por dónde sopla el viento.

Rauw Alejandro está unos escalones por detrás en cuanto a popularidad. Su experiencia musical empieza cuando sus padres se divorciaron y se marchó, con 10 años, a vivir con su madre a Carolina, uno de los barrios más reguetoneros de San Juan, la capital de Puerto Rico. “De allí salen todos los reguetoneros es la cuna. Los primeros dj y productores se fueron a Carolina y se creó un ambiente musiquero. Ahora existen más estudios de grabación que escuelas o parques deportivos”, contó a este periódico en 2021. A Rauw le costó significarse entre los músicos puertorriqueños de su generación (Bad Bunny, Ozuna, Anuel AA, Myke Towers, 2, Jhay Cortez…) porque una de sus cualidades era el baile, y no estaba bien visto que un reguetonero se moviese tan bien como Michael Jackson. Aunque un poco más tarde que los demás, consiguió trascender con un carrera discográfica, a álbum por año, en evolución: Afrodisiaco (2020), Viceversa (2021), donde se incluye su exitazo Todo de ti; y Saturno (2022).

Según han informado, las canciones de RR cuentan una historia, la suya: “Son como fases del amor. Una tiene que ver con el pasado, otra con el presente y otra con el futuro”.

Así son los tres temas, compuestos y escritos por los dos y con la ayuda en la producción de Noah Goldstein, Dylan Patrice y El Zorro. De momento solo han grabado vídeo de Beso:

Beso. Una melodía de piano introduce el tema. También puede ser el próximo tono de una marca de móviles. Enseguida suena la voz de Rosalía, su soniquete inconfundible para describir lo mucho que anhela los arrumacos de su pareja. Un ritmo de reguetón pausado sensual, bamboleante. Coge el relevo Rauw Alejandro para encarar la parte más latina; cuando ella aparece regresa la magia. “Fuma como si te fueran a echar por fumar. / Y baila como sé que se movería un dios al bailar. / Y besas como que siempre hubieras sabido besar. / Y nadie a ti, a ti te tuvo que enseñar”, canta la catalana. Un tema donde los dos se adaptan a la canción, y no como muchas de las colaboraciones que saturan el mercado latino, donde cada uno parece ir por su lado. Comentar que el vídeo se compone de un montón de imágenes caseras donde la pareja expresa su amor y se lo pasa en grande, que de eso se trata. Finaliza con Rosalía enjugándose las lágrimas y diciendo: “Ay, dios mío, y todo el rímel aquí corrido. Te amo”. Y le da un beso. Atención amantes de las crónicas de sociedad: ella lleva en la mano una cajita con toda la pinta de contener un anillo.

Vampiros. Todo empieza con un sonido grave de lo que parece un teclado de órgano que se reproducirá, insistente e hipnótico, durante toda la canción. Esa sonoridad conducirá al oyente por una canción donde el primer protagonista esta vez es Rauw Alejandro. Un tema que habla de la noche, el sexo y de colmillos. “Mi pistola no tiene seguro, se dispara sola./ Es de Barcelona, pero está en Carola. / Ella no es seguidora, ella es la ola”, canta él y que cada uno saque sus interpretaciones. Es la canción más discoteca, para perrear, con fases disruptivas, como unas explosivas percusiones y donde se incluye un trabalenguas marca de la casa de Rosalía: “La que pica, spicy, wasabi. / Yo soy natural, wabisabi”.

Promesa. La mejor canción de RR. Un bolero deconstruido que hubiera encajado perfectamente en Motomami. Un tema de base bolerística lleno de ruiditos y detalles sonoros que transforman su escucha en una aventura. “Quiero comer cerezas contigo y subir todas las montañas. / Tirarnos desnudos en el agua y luego dormir en la playa. / Y secarte el cabello, y comerte la cara. / Y aunque pase el tiempo, no olvidarme de nada”, le canta Rosalía a su amado. El minuto final es soberbio. Un órgano saturado acompaña a la voz flamenca de Rosalía (esa Rosalía de El mal querer), una percusión al compás y unas carcajadas finales de él, la risa tortolita del amor.

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