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Fernando Alonso saldrá segundo y Sainz, cuarto, en el GP de Arabia Saudí

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En un Mundial de Fórmula 1 en el que “Red Bull puede ganar todas las carreras”, según soltó George Russell tras el estreno en Baréin de hace dos semanas, cualquier problema de los bólidos energéticos alborota la parrilla, sobre todo entre quienes siguen más de cerca a los campeones del mundo. Si el protagonista del gatillazo es Max Verstappen, el efecto es doble porque concentra la presión en Checo Pérez, el escudero de lujo del piloto holandés. Una avería en el palier del monoplaza de Mad Max durante la segunda criba de la cronometrada le forzará a arrancar el domingo el 15º en Yedda (18:00 horas, Dazn), donde su compañero de equipo se adjudicó la segunda pole de su carrera, después de la que logró el año pasado en este mismo escenario. A su lado saldrá Fernando Alonso, que volvió a dejar claro que el Aston Martin está listo para las cotas más elevadas, y para sacar tajada de cualquier descuido de Red Bull. El asturiano finalizó con el tercer mejor tiempo, justo detrás de Charles Leclerc, pero la sanción de 10 posiciones que arrastra el monegasco de Ferrari por recurrir a la tercera unidad del control electrónico del motor, le allanarán el camino. Russell saldrá el tercero y Carlos Sainz lo hará el cuarto.

Se avecina tormenta este domingo en Arabia Saudí, donde se espera que Verstappen salga encendido, decidido a meter su RB19 en el podio por más que el escenario, un circuito urbano, no le vaya a poner las cosas al bicampeón. En condiciones normales, la pregunta pertinente no es si será capaz de colocarse en posición de subirse al cajón, sino cuántas vueltas necesitará para ello y dónde estarán los demás cuando eso ocurra. Cualquier aparición del coche de seguridad, algo habitual en este tipo de trazados, abrazados por muros, reagruparía el rebaño, dejándolo a merced del lobo. En ese escenario habrá que ver cómo maneja la situación Red Bull, una estructura que bascula hacia el lado del taller que tiene más peso por razones evidentes, y qué influencia tiene eso en el resto del pelotón. Especialmente en el caso de Alonso, que no partía desde la primera línea desde el Gran Premio de Canadá del curso anterior, por más que en Montreal intervino la lluvia.

“No creo que haya ninguna posibilidad de quitarle la victoria a Checo. No quiero sonar pesimista, pero ese no tiene que ser nuestro objetivo. En ritmo, los Red Bull están en otra liga”, resumió el español, convencido de que se encontrará en pista con Verstappen. “Max estaba en otra dimensión [en la cronometrada], pero la F1 no es matemática, y nadie le habría colocado el 15º en la parrilla. Pero llegará y, como mínimo, terminará en el podio”, añadió Alonso, quien anima a la tropa de Silverstone (Gran Bretaña) a mantener los pies en el suelo, a pesar del subidón con el que viajan desde que el Mundial se puso a rodar en Baréin. “Cuando comenzamos esta temporada, medirnos con Red Bull por ganar no era una de nuestras metas. Lo más importante es acumular puntos con vistas al Mundial de constructores”, argumentó el corredor de Aston Martin, que lleva un mes intentando rebajar la euforia generada por el rendimiento del AMR23, un bólido que nadie esperaba tan arriba y que, con el paso de las sesiones, va desbloqueando su potencial. “La carrera se decidirá por los pequeños detalles. La salida, la gestión de las gomas, la estrategia y también la suerte. Como equipo estamos listos para afrontar todo lo que está en nuestras manos. Intentaremos maximizar nuestros puntos fuertes”, zanjó Alonso.



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MotoGP, ante el Mundial más largo y exigente de la historia

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La temporada 2023 de MotoGP promete una revolución deportiva y comercial en la categoría reina del motociclismo. El curso que se estrena este fin de semana con el GP de Portugal, primera carrera de apertura del campeonato en suelo europeo desde 2006, será el más largo de la historia y terminará de aquí a ocho meses en Valencia. Con un récord de 21 paradas en 18 países programadas en el calendario, el certamen será el más exigente a nivel físico y mental tanto para los pilotos como para sus equipos. La introducción de una carrera adicional al sprint —su duración será de la mitad del recorrido del domingo— en la tarde de los sábados de gran premio duplica el número de pruebas puntuables (42) para luchar por el título.

“El sprint es fácil de entender, dinámico, y todos los pilotos pueden dar el máximo, sin demasiada estrategia de por medio”, apunta Carlos Ezpeleta, director deportivo de Dorna, en conversación con EL PAÍS. La revolución tiene tres objetivos: generar más espectáculo para enganchar a nuevas audiencias, mejorar la asistencia a los circuitos el sábado y dar más relevancia a los pilotos. Solo un 27% de los españoles siente hoy interés por el motociclismo, una cifra que desciende desde 2014 según datos de la consultora Personality Media. Este estudio sitúa a los hermanos Márquez como los únicos pilotos reconocidos por más del 50% de la población.

Las carreras al sprint son “seguramente, es el cambio más grande que ha experimentado el Mundial, y todos los implicados saben que es una muy buena idea. Tiene su presión, su salida y sus momentos de riesgo añadidos, pero este es un momento en el que todos debemos invertir en el deporte. Debemos apostar para poder crecer ahora”, reconoce Ezpeleta, que cruza los dedos para que todo vaya bien en el estreno (este sábado, a las 16.00 en DAZN).

El nuevo formato, que ha obligado a eliminar una sesión y comprimir el tiempo de entrenamientos, repartirá un tercio de los puntos totales de cara al campeonato del mundo (252 de 777), pero no modificará la posición de parrilla. La segunda sesión de clasificación del sábado, ahora matinal, determinará quién saldrá en la pole en las dos carreras del fin de semana. “Va a ser un año duro. La intensidad será mucho más grande, y el sprint lo hará todo más exigente”, opina Fabio Quartararo, campeón de 2021 con Yamaha. “Si ayuda a enganchar a la afición, será bienvenido, añade la visión generalizada dentro del paddock a pesar de ciertas divergencias en los detalles.

El buen físico de Marc

Pecco Bagnaia y Ducati, ganadores del último Mundial y quienes marcan el paso a nivel técnico y competitivo en la disciplina, amenazan con machacar a la competencia si ésta no saca más petróleo de sus monturas. Con ocho balas en cada GP, la marca de Borgo Panigale presume de más músculo que nadie para seguir dominando los podios de la categoría, de donde no se baja desde hace 26 carreras. Durante los test de pretemporada. las Ducati se han mostrado imparables: cada sesión ha terminado con uno de sus pilotos en cabeza.

“Solo hay que ver los tiempos, es claramente superior”, opina Àlex Márquez, que ha abandonado la problemática Honda para subirse a la máquina italiana. Su hermano Marc, el gran referente del campeonato, se muestra cauto y no se ve en las primeras posiciones de partida, a pesar de que llega con el brazo derecho por fin en su sitio y en su mejor estado físico de las últimas tres temporadas. “Una quinta posición ya es ser optimistas”, explica el octocampeón del mundo, consciente de que los japoneses no han logrado lo que les pidió a finales del curso pasado.

De puertas para adentro, el entorno del 93 no es demasiado positivo. La salida de Takeo Yokoyama como director técnico y la llegada de Ken Kawauchi, hasta el año pasado responsable del proyecto deportivo de Suzuki, es un cambio sustancial que, por ahora, no se ha traducido en un buen ritmo sobre la pista. “A día de hoy, la realidad es que están un paso por delante”, reconocía Alberto Puig, director deportivo del equipo, en referencia a las Ducati. Con esta perspectiva, las Aprilias de Aleix Espargaró y Maverick Viñales, y los numerosos enemigos en casa para Bagnaia, desde su nuevo compañero de fábrica Enea Bastianini hasta el indomable Jorge Martín, parten como principales perseguidores del número uno.

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Carlos Alcaraz, o soñar y jugar a lo grande: “Quiero ser uno de los mejores de la historia”

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Desde que empuñó por primera vez una raqueta, Carlos Alcaraz actúa en consecuencia. Es decir, sueña a lo grande y, en consonancia, juega de tal forma. “Si trabajo duro, creo que puedo llegar a lo más alto. Mi objetivo es ser el número uno del mundo y por eso entreno todos los días a la máxima intensidad posible”, comentaba a EL PAÍS en un encuentro mantenido en Villena (Alicante) hace tres años, cuando apenas empezaba a romper el cascarón y aseguraba no sentirse un elegido. Los hechos, sin embargo, dicen todo lo contrario. A sus 19 años, el murciano –6-0 y 6-2 a Facundo Bagnis en su estreno en Miami, tras 64 minutos– es el tenista más joven en alcanzar la cúspide del circuito y ya ha conquistado ocho trofeos, entre ellos el US Open y tres Masters 1000 (Miami, Madrid e Indian Wells).

No concibe Alcaraz los términos medios sino que dice aspirar, sin tapujos, a dejar una huella imborrable en su deporte. Se expresaba estos días a través del espacio Player’s voice (La voz del jugador), del canal Eurosport. “Quiero ganar a Nadal y Djokovic, pero no para quitarles ningún Grand Slam o evitar que ninguno sea el mejor de todos los tiempos, sino para escribir mi propia historia, mi propio camino. Quiero ganar muchos grandes y mi objetivo es muy ambicioso, no voy a mentir; mi sueño es ser uno de los mejores de la historia, acercarme de alguna forma a ellos. Sé que es muy complicado, incluso imposible, pero ese es mi sueño hoy día”, transmitía el de El Palmar, que en apenas un mes de competición –permaneció cuatro en la reserva, debido a las lesiones– ha logrado incorporar otros dos trofeos a su expediente y elevarse, dispuesto a comerse el mundo en un curso que puede marcar un giro histórico en el relato del tenis.

Primero venció en Buenos Aires, luego firmó la final en Río –perjudicado por una dolencia en el isquio derecho– y posteriormente se exhibió en Indian Wells, donde su triunfo llegó en forma de mensaje: sí, Alcaraz lo quiere todo. Y lo quiere ya. El triunfo le devolvió el número uno que le arrebató Djokovic a finales de enero y que engarzó por primera vez en septiembre, cuando conquistó Nueva York. Lo hizo a su manera, con sello propio. A lo grande, cómo no. “Tengo mi propia identidad jugando. Siempre intento hacer un tenis alegre, porque eso es lo que me caracteriza. Me considero una persona alegre y trato de transmitirlo también en la pista. Ahora el tenis es muy dinámico: subidas a la red, dejadas, grandes golpes. Intento disfrutar y que todo no sea demasiado monótono. Me gusta inventar, hacer algo raro o bonito que no se vea a menudo”, expone el gobernador de la ATP, de vuelta en Miami.

Regresa Alcaraz al punto exacto en el que se produjo la gran eclosión, donde los presagios se tradujeron hace un año en hechos y se destapó de manera definitiva. Lo hace con la obligación de ganar o ganar porque, de lo contrario, perdería el trono de nuevo en favor de Djokovic. En todo caso, el español acepta y asume el reto, que se hará extensible a la gira de tierra que comenzará en abril, puesto que la cosecha –títulos en Barcelona y Madrid– también fue prolífica durante la primavera. Lejos de arrugarse, saborea la condición de rey –un total de 21 semanas– y pretende ejercer a la altura. La primera experiencia en lo más alto estuvo acompañada de muchas curvas y la sombra de las lesiones, de modo que se autoimpone dar otro golpe de autoridad, gritar alto y claro un aquí estoy yo para abordar la estación sobre arcilla con otro mensaje intimidatorio.

“No te deja respirar”

Ante Bagnis, un veterano de 33 años que ocupa el puesto 100 en el ranking, el pulso no tuvo excesiva sustancia. Alcaraz mantuvo la línea del presente y embistió con decisión, mientras que el argentino (30 errores) se encogió desde el principio, como si supiera de antemano la que le venía encima. “Es un killer, no te deja respirar”, anticipaba Bagnis antes del duelo, tras haberlo sufrido previamente en un par de challengers y el año pasado en Umag. El sentir del argentino se expande. “Si pierdo así de nuevo, tendrá que cambiar algo”, admitía Daniil Medvedev a comienzos de esta semana, después del recital del español –citado el domingo con Dusan Lajovic o Maxime Cressy– en la final de Indian Wells. El ruso no encontró una sola rendija.

“La belleza de su juego radica en que no tiene ninguna debilidad, y eso hace que los rivales no tengan ninguna opción, a menos que él tenga un mal día”, analizaba en Eurosport la histórica Chris Evert, número uno y ganadora de 18 majors, siete en París. “Otras figuras han sido brillantes, pero sentías que había alguna fisura en su juego. Con él no. Por cómo se defiende, cómo ataca… Ninguno hace las dos cosas tan bien. Tiene confianza y pasión. Nació para ser un campeón y brillar, tiene los recursos y los intangibles para serlo. Es increíble lo flexible que es, cómo se mueve, cómo improvisa y cómo se adapta a determinadas situaciones”, abunda la estadounidense, que entiende que su deporte está ante un punto de inflexión.

“Siempre piensas que has visto lo mejor, con Roger, Rafa y Novak… Pero parece que cada década llega un jugador que está a un nivel más alto todavía, y creo que esta va a ser una de esas décadas”, prosigue la estadounidense, a la que se suma el escocés Andy Murray. “Tiene un juego excelente, muy completo y que funciona en todas las superficies. Ataca mucho la bola”, le describía el escocés antes de marcharse de Miami; “sé por experiencia que es más fácil jugar así con 18 o 19 años, cuando todavía no tienes ninguna cicatriz, pero espero que pueda mantener este nivel porque es increíble verlo. Ya ha llegado muy lejos y está haciéndolo incluso mejor que la mayoría de los que llegaron antes que él en la última década. Muchos esperan que todos ganen más de 20 grandes, como si fuera algo normal; yo no predeciría nada así para nadie, pero imagino que él puede estar en lo más alto de este deporte tanto tiempo como quiera jugar”.

Y se suma a los elogios Simone Vagnozzi, el preparador del que teóricamente será el gran rival de Alcaraz a corto, medio y largo plazo, Jannik Sinner (21 años y 11º del mundo). “Si ves un partido de él con 15 años, compruebas que ya podía hacer más o menos todas las cosas que hace ahora: las dejadas, los tiros, la volea, el saque…”, apunta el técnico italiano; “pero a los 19 nadie jugaba así, ni siquiera los monstruos sagrados como Rafa, Federer o Djokovic. Nadie tenía la plenitud que él tiene a su edad”.



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El paso adelante del solitario Odegaard

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Martin Odegaard se reencontró el domingo pasado en Marbella con Erling Haaland como dos viejos compañeros a punto de emprender una misión juntos, el camino a la Eurocopa de 2024, que empieza este sábado en Málaga contra España. La última vez que Noruega participó en un gran torneo internacional fue en 2000, en la Eurocopa de Bélgica y Países Bajos. El futbolista del Arsenal tenía entonces año y medio, y el del Manchester City nació 19 días después de la final. Tras dos décadas de sequía desoladora, la aparición de dos talentos tan extraordinarios lleva tiempo alimentando las esperanzas del país. Sin embargo, al día siguiente del reencuentro en Marbella, Haaland supo que estaba lesionado. Y Odegaard se quedó solo.

Nada nuevo. Ha ocupado desde muy pronto ese lugar solitario que es el centro del torbellino de las expectativas. El centrocampista del Arsenal debutó con la selección absoluta de Noruega con 15 años. “Ahí es cuando enloqueció todo”, recordó hace unas semanas en un largo texto publicado en The Players Tribune. Desde entonces —en realidad ya desde un par de años antes—, Odegaard ha gestionado con asombroso buen tino esa atención gigantesca, que lo terminó depositando en el Real Madrid con 16 años.

Su fórmula era sorprendente: “Supongo que la gente imagina que tenía que evitar todo lo que se decía sobre mí en la prensa y vivir en una burbuja, pero no hacía eso. En realidad solía leer todo lo que escribían de mí. Me sentaba a leer los periódicos. Pero los leía como: ‘Vale, bien, está bien’. Y eso era todo”.

La gente que le conoce bien explica que buena parte de ese equilibrio procede de las personas que le rodean, su agente y su familia. Su padre, Hans Erik, fue futbolista profesional y luego entrenador de su hijo, y ahora del Sandefjord. También cuentan que atravesar sin demasiados rasguños años de presión y expectativas le ha proporcionado las herramientas precisas para ejercer desde muy pronto como capitán de su selección y del Arsenal. Dicen que su adolescencia en el escaparate mundial del fútbol ha afilado su inteligencia emocional, que le permite ayudar a otros a manejar los embates de la presión, sobre todo a los compañeros más jóvenes. No es un tipo de grandes discursos al grupo, pero tiene olfato para entender cuándo necesitan que les pasen el brazo por encima del hombro.

Noruega le dio el brazalete en marzo de 2021, con 22 años, y Arteta lo escogió para su equipo al principio de esta temporada, con 24. Las razones del entrenador español resumen el estilo de liderazgo del futbolista: “Es un jugador humilde y hambriento que tiene una calidad tremenda. Y pone esa calidad al servicio del equipo, está deseando hacer cosas por otros, y es un gran modelo a seguir para el resto de los jugadores”.

Desde que juega bajo la dirección de Arteta, Odegaard no ha dejado de crecer sobre el campo. Esta temporada ha dado un salto formidable, que lo ha convertido en uno de los futbolistas más peligrosos de Europa. Ha duplicado su contribución al gol (tantos y asistencias). Si las temporadas anteriores rondaba las 0,30 contribuciones por partido, ahora está en 0,62, un nivel que no alcanzaba desde su cesión en el Vitesse en la temporada 2018-19. Pero aquello era la Liga holandesa, y ahora manda en la Premier.

Su paso adelante sobre el césped, a partir del cambio de sistema de Arteta al 4-3-3 y los galones que le entregó, es evidente. Pisa mucho más a menudo las zonas más calientes del ataque: más de la mitad de las veces que toca el balón lo hace en el último tercio del campo, algo que no había hecho nunca con tanta frecuencia. Y una vez ahí, entra en el área con la pelota el triple de veces que el curso pasado.

Este sábado, contra España, no estará rodeado de los extraordinarios chicos de Arteta, ni encontrará a Haaland corriendo al espacio cuando levante la cabeza, pero con Noruega Odegaard se siente entre amigos. Y no esquiva el peso que depositan sobre él.



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