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Irlanda gana el Seis Naciones tras vencer a Inglaterra y celebra la gran noche de su rugby

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A Irlanda le bastó su actuación más gris ante Inglaterra (29-16) para convertirse en el nuevo campeón del Seis Naciones y celebrar la mayor fiesta de su rugby. Los irlandeses, números uno del ranking mundial, se reivindican como superpotencia a medio año del Mundial de Francia. La selección gala, que defendía en esta edición el título del Seis Naciones, venció a Gales pero solo pudo ser segunda en el campeonato. Irlanda sometió sin brillo a una Inglaterra herida que jugó la segunda parte con uno menos. Los nervios de una tarde imprecisa no empañaron el cuarto Grand Slam –ganar todos los partidos del torneo– irlandés tras los de 1948, 2009 y 2018. Este, además, es especial: es el primero en Dublín y llega en pleno San Patricio ante el eterno rival.

Siete días después de encajar la peor derrota de su historia ante Francia (10-53), Inglaterra no tenía ningún tarro de las esencias, así que se fortificó en su zona de confort: evitar errores y que fuera Irlanda quien ganara el partido. Jugar con los nervios del favorito funcionó de salida ante un rival indisciplinado –cometió el triple de faltas que los ingleses en los primeros 20 minutos–, fallón en las patadas y precipitado en la finalización. El XV de la Rosa aprovechaba las infracciones y sumaba los seis primeros puntos de la tarde.

Sexton paró las revoluciones y estrenó el marcador local con una patada a palos para la historia que superaba los 557 puntos anotados por su compatriota Ronan O’Gara: el récord del torneo queda ahora en 566. Irlanda recuperó el equilibrio con su defensa, hermética en su última cortina: visualizar un ensayo inglés exigía imaginación, mérito de George, que lo logró con el encuentro ya perdido. Los verdes solo han concedido seis en cinco partidos; el siguiente mejor dato es el de Escocia, con 12. Son los orígenes de seleccionador, el inglés Andy Farrell, que logró la cima de su carrera ante su hijo Owen como número 10 rival. En los últimos 12 meses, su equipo ha vencido a sus vecinos del norte y a los tres grandes del sur: Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica.

Un título cimentado también en la polivalencia de su delantera, representada en Van der Flier, el mejor jugador del mundo de 2022. Cuando los irlandeses reciben el balón desde la banda, lo habitual es esperar un maul, la plataforma que arrasa defensas. Mientras Inglaterra se preparaba para empujar, el tercera sorprendió, salió raudo y asistió la internada libre de Sheehan. Un ensayo que ponía las cosas en su sitio al descanso (10-6).

Antes del paso por vestuarios, llegó la acción que desequilibró a ambos ejércitos. Freddie Steward se cruzó con el zaguero rival, Hugo Keenan, golpeándole con el brazo en la cabeza. El colegiado observó un grado alto de peligro y ninguna intención de mitigar el golpe: tarjeta roja. La inferioridad debió hundir a Inglaterra, pero salió peleona, aprovechando la renovada impaciencia irlandesa para acercarse a un punto a 20 minutos por jugar.

De nuevo fue la defensa la que allanó la tarea a los locales. Tras placar a Watson en su propia zona de marca, la delantera aprovechó la melé a cinco metros para el ensayo de Henshaw, materializando al fin la superioridad. Con todo cuesta abajo, Seehan posó por el flanco derecho su segunda marca y Sexton, a sus 37 años, pateó entre palos sus últimos puntos en un Seis Naciones, el torneo del que se despidió cojeando, como buen guerrero.

Francia cumplió en vano su parte para llevarse el torneo en el duelo que disputó dos horas antes en París ante Gales (41-28). Su superioridad ofensiva –Penaud repitió el doblete de Londres– permitió a los galos dominar con suficiencia a un rival inferior que termina penúltimo el torneo. Les valía cualquier derrota irlandesa, pero no llegó. Italia se llevó a su pesar la cuchara de madera –el castigo por perder todos los partidos– tras caer en Edimburgo ante Escocia (26-14).



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Como si cada etapa fuera la última

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Antes de cada carrera o etapa, ya en el aparcamiento habilitado cerca de la línea de salida, la rutina se repite, pues los directores de equipo se enclaustran en los autobuses para hacer el sagrado meeting, un repaso de la carrera que está por llegar y los objetivos por cumplir. Así ocurre en la Volta.

“La intención es hacer un top-10 y buscar las victorias de etapa”, resumía Gorka Guerricagoitia, jefe del Cofidis. “Los nuestros son muy buenos pero llevan pocas carreras. No nos vamos a esconder, pero iremos viendo”, resumía Juanma Gárate, de EF Education First. “Nuestras opciones son reducidas. Queremos tener presencia”, apuntaba Jorge Azanza, del Euskaltel. “Queremos sorprender y tratar de ganar”, apuntaba Xavier Florencio, de Bahrain. “Es una carrera que da visibilidad y que sirve para correr con los mejores, pero seguramente cosecharemos más puntos en otros escenarios…”, resumía Juanjo Oroz de Kern Pharma.

Es la realidad de los equipos que no cuentan con uno de los animales competitivos que han coincidido en el tiempo y que ganan todo desde que comenzara el curso. Pogaçar (París-Niza y Vuelta a Andalucía), Vingegaard (O Gran Camiño), Roglic (Tirreno-Adriático) y Evenepoel (UAE Tour), además de Van der Poel (Milán-San Remo y Mundial de ciclocross). Resulta que ya no hay carreras de entrenamiento, sea una de UCI World Tour, de segunda o tercera clase. Y en la Volta están Roglic (Jumbo) y Evenepoel (Quick-Step), podio en las dos primeras etapas.

“Ya no hay carreras de rodaje en ninguna prueba. Es alucinante el nivel de participación y el de los corredores, todos van como locos porque el tema de los puntos UCI ha condicionado mucho”, explica Azanza. “Todos están mentalizados en sacar muchos puntos lo antes posible; los equipos hemos entrado en este juego y no hay carreras de preparación”, añade Guerricagoitia. “El ciclismo se ha globalizado en su máxima expresión y es la élite mundial todos los días”, sentencia Oroz. “Y los mejores quieren demostrar desde el primer día que están muy fuertes”, concede Florencio. “Es que son tan buenos que, aunque no estén al cien por cien, van a ser competitivos. Son cinco y están haciendo un favor de la leche al ciclismo”, afirma Gárate.

Así se ve en la Volta, curso que más presencia de medios internaciones ha congregado. “Es una época fantástica para el patrocinador y espectador. Es el mejor momento desde que estoy en el ciclismo”, apunta Gárate. “Es una época buenísima, en la que hay más dinero que nunca porque es un deporte que atrae a los inversores. Y el que tiene a Pogaçar lo quiere aprovechar del 1 de enero al 31 de diciembre. A mí me parece bien porque los que tienen que ganar son los mejores”, se suma Oroz. “Es un espectáculo que no habíamos visto en los últimos años. Estamos disfrutando muchísimo de estos talentos que mantienen su pico de forma desde el inicio del año”, apostilla Guerricagoitia. Lo que hace que se vaya a unas velocidades tremendas. “Antes el ciclismo no era tan profesional. Ahora viven de concentración en concentración, de carrera en carrera, ya no se paran en casa”, analiza Azanza. “Y que los materiales siguen evolucionando. Se mejoró mucho en aerodinámica y ahora, aunque las mejoras son de ganancias más marginales, se lima la bici con las rodaduras”, incide Gárate. “Y la alimentación, los entrenamientos, la cantidad de gente que rodea a los ciclistas… Es la evolución”, zanja Oroz.

Pero casi siempre gana uno de los elegidos, coyuntura que condiciona a los actores secundarios. “Es muy difícil sorprenderles, llegan al último puerto acompañados por sus equipos y es casi imposible quitarles tiempo”, esgrime Florencio. “Aunque el nivel medio es muy alto, mejor que nunca, son tan buenos los otros que no se puede intentar aislarlos porque ellos van a seguir y solo conseguirías aislarte tú”, desliza Gárate. “El problema es que las opciones de las fugas cada vez son menores”, lamenta Azanza. “Eso, una vez que nosotros hemos definido la filosofía de apostar por el talento joven de España, te hace buscar la excelencia”, incide Oroz.

Y aunque la Volta apenas ha echado a rodar, todos admiten que Roglic y Evenepoel son los favoritos, por más que desde Bahrain reclamen la cuota de protagonismo de Mikel Landa. Dentro de cinco días se resolverá la ecuación, si el ciclismo ya no da espacio a los actores secundarios.



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Andreas Christensen, el central favorito de tu central favorito

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La posición de central siempre me ha parecido la más desagradecida en el fútbol. Más incluso que la de portero, que ya es decir. Y no sólo por su función de apaga incendios. Despejar balones, ir al corte, bailar con los delanteros centro más pesados al ritmo de rock and roll. Expuestos a cualquier error de un compañero y retratados cuando aparecen en la foto de algún gol encajado. En resumen, su trabajo se basa en alejar la pelota de su portería.

No hay una definición por excelencia que determine cómo debe ser un central más allá de la descripción funcionarial que podemos encontrar en cualquier diccionario: “es aquel jugador que juega en la línea defensiva del equipo, ocupando las zonas más centradas”. Fin. Pero sí existe una aproximación en nuestro imaginario, una ley no escrita, que nos dice cómo debe ser un central al uso. Alto, corpulento, con carácter para ordenar y mandar, para organizar y dirigir desde su posición.

No hay nada como un central que, desde su posición, nos ponga en nuestro sitio. Cuando el Barça fichó a Andreas Christensen muchos afirmaron, sin titubear, que en Madrid se habían llevado al central bueno del Chelsea (Rüdiger) y en Barcelona, al malo (Christensen). El tiempo y, sobre todo, los partidos han demostrado que el danés era el bueno. Tan bueno como para que Xavi haya tenido que desplazar al lateral a otro central, ya sea Koundé o Araujo.

Seguramente no es un futbolista que encaje en la definición estereotipada de central. Es discreto, sin la exuberancia que sí puede tener Araujo o sin el mercado que tuvo Koundé después de su gran etapa en el Sevilla.

Christensen parece no haber roto nunca un plato y encaja en esa figura tan manida del yerno perfecto. Si tuvieras que confiarle a alguien tu número PIN, PUC o el de tu caja fuerte, se lo darías a él por la confianza que transmite. Si tuvieras que elegir entre carne o pescado, blanco o rosado, te fiarías de su criterio.

Sin hacer ruido se ha convertido en el defensa por excelencia que ahora necesita el Barça. Para su ADN y su estilo de juego de sacar el balón tocando desde atrás, el danés es el indicado. También es uno de los culpables de que el cuadro catalán sea el equipo menos goleado de la Liga, con diferencia. De hecho, Andreas vendría a ser lo que se conoce como central moderno. Aquel que asume las mismas responsabilidades que tradicionalmente tiene su puesto (recuperador y seguro en los pases completados), pero con un rol más destacado cuando su equipo tiene el balón.

De él, su seleccionador, Kasper Hjulmand, dice que “uno se siente bien cuando comprueba cómo Christensen lee el juego en una situación defensiva y pone el balón en movimiento, en lugar de despejarlo lejos o fuera”. Y añade: “Él arregla las cosas y eso lo aprecian en el campo”. Una frase que me ha dado que pensar. Eso es precisamente lo que debe hacer un buen central, arreglar cosas. Porque así es Christensen, resolutivo y eficaz. Arregla lo que otros compañeros no pueden y se ha convertido en un seguro de vida atrás. No es un jugador de muchas palabras, apenas le hemos escuchado delante de los micrófonos desde que llegó a la Ciudad Condal. Él sólo arregla cosas sobre el verde.

De todos los fichajes que hizo el Barça el pasado verano, es, a mi parecer, el que mejor ha rendido y el que claramente ha superado las expectativas.

Por todo esto y mucho más, es el central favorito de tu central favorito.



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Salma Paralluelo impulsa al Barcelona en Roma en un gran duelo

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Salma Paralluelo ante Elisa Bartoli, en el partido entre la Roma y el Barcelona.ALBERTO LINGRIA (REUTERS)

El Barcelona dejó su marca en el Olímpico de Roma. En el estreno del fútbol practicado por mujeres en el mítico estadio italiano (39.454 espectadores, récord de público en Italia), el Barça no falló en la Liga de Campeones (0-1) en la ida de los cuartos de final. Esta vez, sin embargo, no le sobró nada. Por momentos imprecisas, en otros ansiosas, las azulgrana chocaron con una Roma bien trabajada y desacomplejada, pero sobre todo valiente para acorralar al Barça. A las italianas les faltó oficio. Justamente lo que tiene el Barcelona en Europa, finalista en tres de las últimas cuatro ediciones.

A la Roma también le gusta tener el balón. Un placer prácticamente prohibido cuando te cruzas con las azulgrana. El cuadro de la capital simboliza la apuesta de la federación italiana por el fútbol practicado por mujeres en el país transalpino. En 2020, después de la que las licencias alcanzaran la cifra de 30.000 —en 2011, eran 10.000—, se decidió que la liga se tenía que profesionalizar. Esta temporada, finalmente, se concretó. Tras una inversión de cerca de 18 millones de euros en las últimas tres campañas, hoy el salario minino para una futbolista en el calcio es de 26.000 euros —en España es de 16.000—.

La Roma ha capitalizado como nadie la apuesta de la federación y, por ahora, ha logrado destronar a la Juve, campeón de las últimas cuatro ligas. Hoy, manda la Roma en la Serie A y es el único equipo italiano que continúa en la Champions. Parece que no lo hará por mucho tiempo.

Sorprendió, en cualquier caso, la Roma en la fase de grupos de la Champions. Quedó segunda en el grupo B, a un punto del poderoso Wolfsburgo. Sin embargo, a pesar de que ha continuado con la inversión —en el invierno fichó a la exazulgrana Vicky Losada—, el sorteo jugó con su suerte en los cuartos de final: el Barcelona. Líderes sin oposición en España, las azulgrana andan con ganas de revancha en Europa después de no poder defender el título en la final del año pasado en Turín ante el multicampeón Olympique de Lyon. El Barça perdió a Martens y a Hermoso, sí; pero apostó por Bronze, Walsh, Rabano, Vicky López y Salma Paralluelo. Dos campeonas de Europa con Inglaterra, más de las futbolistas españolas con mayor proyección. Siempre a la espera de Putellas —se rompió el ligamento cruzado de la rodilla en junio del año pasado—, a las inglesas ya no hay quien las mueva del once, mientras Paralluelo, oro en el Festival Olímpico de la Juventud Europea en 400 metros vallas, saca a pasear su velocidad en la Champions.

En su estreno en la Copa de Europa, sin embargo, Paralluelo enseñó que es mucho más que una velocista. Cuando el Barcelona no encontraba la fórmula para destrabar el duelo, Patri Guijarro le entregó el balón en la puerta de la medialuna. Y, la delantera azulgrana, como si el tiempo se detuviera, colocó el balón con tanta suavidad como con precisión al palo derecho de Caesar. El gol le trajo paz a las azulgrana. Ni Guijarro ni Aitana controlaban los tiempos del partido en la medular, mucho menos Walsh, mientras que se repetían las impresiones de Carolina Graham Hansen, sobre todo de Oshoala. El Barça, entonces, cargaba el juego en el ala izquierda para aprovechar a la eléctrica Paralluelo. El ritmo arrollador del Barcelona en España (98 goles en 22 partidos) y en la Champions (29 en la fase de grupos, récord de la competición) perdió ferocidad en el Olímpico de Roma. En cualquier caso, le alcanzó para ganar por la mínima.

Mérito de la camaleónica Roma. Equipo ofensivo en Italia, el cuadro romano forjó una telaraña defensiva difícil de interpretar por las muchachas de Jonatan Giráldez. No se perdió la Roma sin el balón, tampoco se asustó ante los sucesivos ataques del Barcelona. Al contrario, esperaban con paciencia su oportunidad. Y la tuvieron. Pero, cuando no se anticipó Sandra Paños, a Giacinti le falló la puntería. La Roma, entonces, cambió el plan de partido y mandó al campo a la excapitana del Barcelona, Vicky Losada.

El Barça, que tiene más fondo de armario, respondió con Geyse, Engen y Crnogorcevic. El cuadro azulgrana no alteró su estrategia. Ocurrió que tampoco ganó pólvora en ataque. Y, sorpresivamente, se aferró a Paños para defender el triunfo. Le alcanzó.



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