La inversión inmobiliaria, en récord pese a un desplome del 50% a final de año | Compañías - TodoCryptos
Conecta con nosotras

Economía

La inversión inmobiliaria, en récord pese a un desplome del 50% a final de año | Compañías

Publicado

sobre

El frenazo en la inversión en el mercado inmobiliario ya se ha notado profundamente en el cuarto trimestre de 2022. El volumen en transacciones se desplomó un 48% respecto al año anterior y un 52% respecto al tercer trimestre, hasta quedarse en 1.900 millones de euros, según datos adelantados a Cinco Días por la consultora JLL.

Incluso con este fuerte parón entre octubre y diciembre, 2022 ha sido tan buen año en transacciones en el mercado español que las cifras en el conjunto de los 12 meses se mantienen a niveles récord. La previsión de esta consultora especializada en inmobiliario revela que se cerrará el ejercicio superando los 15.200 millones, lo que significa situarse prácticamente a la par que en el máximo histórico de 2019 (ver gráfico).

“La incertidumbre está impactando en la toma de decisiones por parte de los inversores, con procesos que se han cancelado o se posponen”, apunta la consultora en un documento de final de año. Desde JLL se explica que la coyuntura económica marcada por unas perspectivas de crecimiento limitado para 2023, las subidas históricas de los tipos de interés para paliar la elevada inflación y el encarecimiento de la deuda están influyendo en la moderación de los volúmenes de inversión en la segunda mitad del año, con especial impacto en el cuarto trimestre.

Igualmente, desde JLL se indica que es previsible que la incertidumbre económica y la falta de acuerdo sobre descuentos en el precio entre compradores y vendedores sigan influyendo en la moderación de la inversión durante la primera mitad de 2023, si bien no esperan que esta situación se prolongue. Enrique Losantos, consejero delegado de JLL, indicaba en una reciente entrevista en este periódico que espera una rápida recuperación a partir del segundo semestre porque el inmobiliario sigue atrayendo al capital.

Por sectores, 2022 ha estado marcado por el gran comportamiento de ventas en retail, que alcanzará a final de año los 4.309 millones en transacciones, lo que significa un alza del 298% interanual. Este volumen está influido por la enorme operación de recompra de BBVA de oficinas bancarias que estaban en manos de Merlin, en una operación que se acercó a los 2.000 millones.

Aun así, la incertidumbre por los tipos de interés también ha afectado al final de año en este sector, con ventas canceladas o pospuestas de los centros comercial Islazul, por parte de Nuveen, y de Splau, por parte de Unibail-Rodamco-Westfield.

En oficinas en Madrid y Barcelona, la cifra llegará a los 2.550 millones, con una caída del 12,7%. Especialmente relevante es el parón en la capital catalana, de un 80% interanual en el cuarto trimestre, para quedarse en 960 millones en el conjunto del ejercicio. Una de las operaciones más relevantes del año ha sido la venta de la histórica sede de Caixabank en el paseo de la Castellana 51, adquirida por su firma hermana Inmo Criteria (del holding de Caixa) por 238 millones.

En el caso del residencial destinado al alquiler, la inversión se mantendrá a final de año en cotas elevadas, de 2.140 millones, a niveles de máximo, pero de la misma manera se ha frenado un 77% interanual de octubre a diciembre.

Igualmente, en logística aunque el nivel acumulado en 12 meses se sitúa en máximos –en transacciones por 2.300 millones–, la huida de inversiones alcanza el 65% interanual en el cuarto trimestre. A pesar de eso, en comparación con el volumen medio transaccionado en los últimos cinco años (2017-2021), la cifra de 2022 se incrementa en torno al 40%, según JLL.

En el caso de las residencias de estudiantes, la cifra de compraventas se dispara un 149% este año, fundamentalmente por la compra por parte de la firma neerlandesa PGGM del operador nacional Resa a Greystar, AXA y CBRE IM por cerca de 900 millones.

Finalmente, para JLL, “los hoteles siguen siendo una clase de activo con gran atractivo gracias a la resiliencia demostrada durante la pandemia y a sus fundamentales sólidos”, por lo que cerrará con 2.480 millones transaccionados, un 13% menos, también lastrado por el final de año.

Lea el artículo completo aquí.

Economía

España recurre a América Latina para cubrir el hueco de Rusia en el mercado petrolero

Publicado

sobre

El último cargamento de crudo ruso llegó a las costas españolas hace casi un año: el 15 de abril de 2022. Lo hizo al puerto de Cartagena, a bordo del petrolero Minerva Eleonora, un buque de más de 240 metros de eslora y bandera liberiana. Desde entonces, no ha llegado ni una sola gota más de petróleo de los Urales, sujeto a sanciones y que la guerra ha convertido en tóxico a lo largo y ancho de Occidente. Ante la tesitura, los importadores españoles —una potencia refinera a escala europea, exportadora neta de carburantes— han tenido que activar otros resortes para traer de otros países una cantidad no menor de crudo: unos 150.000 barriles diarios, alrededor del 13% del consumo total español.

En esa búsqueda de proveedores alternativos, una gran figura emerge por encima del resto: América Latina. Tras varios años de relativa atonía en las importaciones de crudo, las llegadas desde el bloque se han disparado, con Brasil a la cabeza. Entre mayo del año pasado —el primer mes sin llegadas de crudo ruso a los puertos españoles— y diciembre llegaron a España más de 12,7 millones de toneladas de petróleo desde la enorme franja de tierra que va del río Bravo a Ushuaia. Es la mayor cifra de siempre, un 60% más que un año antes y un tercio más que en 2019, el último ejercicio antes de la pandemia, según los datos de la Corporación estatal de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos (Cores).

“En febrero de 2022, el último mes ‘normal’ antes de la guerra, era difícil encontrar países de América Latina entre los mayores proveedores españoles de crudo: prácticamente todo venía Kazajistán, Estados Unidos, Nigeria, Arabia Saudí o Libia”, recuerda Viktor Katona, analista líder de petróleo de la consultora Kpler. En un año, esa foto fija ha mutado por completo: “En febrero, Brasil ha pasado a ocupar el primer lugar y México el segundo”. No es ninguna coincidencia: en lo que va de marzo, la tabla de importaciones arroja una imagen similar, con las dos mayores potencias latinoamericanas en cabeza.

Como en el caso del gas —aunque en mucha menor medida—, a España también está llegando más crudo desde Estados Unidos. “Su petróleo, sin embargo, es muy liviano y no es el sustituto perfecto ideal del ruso”, apunta Jorge León, vicepresidente sénior de la firma de análisis energético Rystad. “Pero, efectivamente, lo más significativo es el aumento en las llegadas de crudo latinoamericano, sobre todo desde Brasil, que se ha convertido en el primer suministrador español en este inicio de 2023″. En parte, según la expresidenta de Citgo Luisa Palacios, porque la producción brasileña que antes iba a China ha acabado en el Viejo Continente tras ser expulsado del gigante asiático por el crudo ruso, al que el Kremlin ha tenido que aplicar fuertes descuentos.

En estas circunstancias, la mayor llegada de crudo brasileño —en detrimento del ruso— está permitiendo, según Katona, reducir el consumo de gas natural en las refinerías españolas. ¿La razón? Al tener menos azufre, requiere menos hidrógeno en el proceso de destilado. Y el hidrógeno sigue generándose, mayoritariamente, con gas natural. “Ha sido de gran ayuda”, sintetiza el analista de Kpler.

Pese a los miles de millas náuticas de océano Pacífico que separan Rusia de las principales potencias petroleras latinoamericanas, el tipo de crudo que ponen en el mercado es —por lo general— muy similar: pesado, ideal para la producción de los llamados destilados medios, como el diésel o el queroseno de aviación. Solo algunos países de Asia Central —como Azerbaiyán— pueden aportar un tipo de petróleo similar.

La “recalibración estratégica” de España hacia América Latina —en palabras de Katona— se ve sustentada, además, por la reanudación de los flujos desde Venezuela: la semana pasada, sin ir más lejos, Kpler registró la llegada de sendos cargamentos de crudo de ese país a los puertos de Cartagena y de Tarragona. Colombia e incluso Ecuador —este último, desaparecido durante años de la tabla de importaciones energéticas españolas—, también están volviendo a vender cantidades sustanciales a España. Y otros dos países sudamericanos —aunque no latinos—, Guyana y Trinidad y Tobago, se han convertido en proveedores de cierta relevancia.

Las ocho refinerías activas en España —uno de los pocos exportadores netos de carburantes del Viejo Continente— son lo más parecido a una navaja suiza: sirven para procesar todo tipo de crudos: ligeros o pesados; ácido o dulce (en función de la cantidad de azufre que contiene)… Esa versatilidad no solo es un atributo muy positivo en estos tiempos, en los que la seguridad de suministro ha pasado a primera línea de preocupaciones, sino que permite traer petróleo desde prácticamente cualquier productor del planeta.

“Este mayor grado de intercambio es bueno para España y bueno para América Latina. Las dos partes salen ganando”, resume León, de Rystad. Palacios, hoy profesora del Centro de Política Energética Global de la Universidad Columbia, en cambio, toma el movimiento con un grano de sal: “Es cierto que es una oportunidad para Latinoamérica, pero hay que ponerlo en perspectiva: la cantidad no es mucha y su mayor cliente sigue y seguirá siendo EE UU”. Y es que, aunque la producción petrolera de Brasil y de Guyana —los países que mejor están aprovechando la ocasión— ha crecido con fuerza en los últimos tiempos, esta no lo ha hecho en el conjunto de la región. “Los petroleros tradicionales de la región han sufrido y siguen sufriendo un gran declive”, recuerda al otro lado del teléfono.

Sigue toda la información de Economía y Negocios en Facebook y , o en nuestra



Lea el artículo completo aquí.

Sigue leyendo

Economía

¿Hasta qué punto es grave el lío de los bancos?

Publicado

sobre

Estoy de vacaciones e intento pasar unas semanas sin pensar en lo de siempre, pero al final no puedo mantenerme al margen del debate sobre la repentina oleada de crisis bancarias y su efecto en las perspectivas económicas. Como todo el mundo sabe, el Silicon Valley Bank (SVB) ha sido intervenido por la Corporación Federal de Seguros de Depósitos tras enfrentarse a un clásico caso de pánico bancario. Pronto lo siguió el Signature Bank, y el First Republic Bank está sometido a fuertes presiones. Las autoridades suizas han organizado la absorción de Credit Suisse, uno de los principales bancos, por parte de su rival UBS. Y todo el mundo se pregunta qué otras minas terrestres están a punto de estallar.

Va a haber muchas indagaciones sobre por qué estos bancos se han metido en semejante lío y cómo han conseguido hacerlo. En el caso del SVB, parece que los reguladores sabían desde hacía tiempo que se trataba de un caso problemático, pero por alguna razón no lo frenaron o no pudieron hacerlo. Sin embargo, las cuestiones más acuciantes tienen que ver con el futuro. ¿Hasta qué punto el desastre bancario cambia las condiciones de la economía? ¿En qué medida debería cambiar la política económica? Algunos analistas lanzan advertencias apocalípticas sobre la hiperinflación y el colapso inminente del dólar. Pero, casi con toda seguridad, esto es lo contrario de la verdad. Cuando los depositantes retiran su dinero de los bancos, el efecto es desinflacionario, incluso deflacionario. Eso fue, desde luego, lo que ocurrió en los primeros años de la Gran Depresión.

La crisis de ahorros y préstamos de la década de 1980 no alcanzó el nivel del crac de 1929, en gran medida porque, por lo general, los depositantes estaban asegurados, de manera que se les reembolsó la totalidad de sus fondos (a enorme costa de los contribuyentes) a pesar de las grandísimas pérdidas del sector. Aun así, la crisis posiblemente frenó los préstamos a las empresas, especialmente en el sector inmobiliario comercial, lo cual contribuyó a la recesión de 1990-1991. Y la crisis financiera de 2008 también fue desinflacionaria y contribuyó a provocar la peor recesión económica desde la Gran Depresión.

¿En qué se diferencia de ellas el caos actual? No cabe duda de que supondrá un lastre para la economía. Pero, ¿de qué magnitud? ¿Y en qué medida debería cambiar la política económica, en particular las decisiones de la Reserva Federal sobre los tipos de interés? La respuesta es sencilla: nadie lo sabe. Esto es lo que sí sabemos: no parece que los depositantes estén pidiendo dinero en efectivo y guardándolo debajo del colchón. Sin embargo, sí que están transfiriendo fondos de los bancos pequeños y medianos, en parte a bancos grandes, y en parte a fondos del mercado monetario.

Es probable que ambos tipos de entidades concedan menos préstamos a las empresas que los bancos pequeños que ahora están bajo presión. Los grandes bancos están sometidos a una regulación más estricta que los pequeños, ya que se les exige que dispongan de más capital (exceso de activos sobre pasivos) y de más liquidez (una proporción más alta de sus activos dedicada a inversiones que puedan convertirse fácilmente en dinero contante y sonante). Los fondos del mercado monetario también tienen que cumplir unos requisitos de liquidez bastante severos. Si añadimos la probabilidad de que incluso los bancos que no han sufrido una retirada masiva de depósitos se vuelvan mucho más cautelosos, es probable que nos encontremos ante una grave reducción del crédito. De hecho, las turbulencias bancarias tendrán un efecto muy parecido a una subida de tipos de interés.

Hace un par de semanas escribí que la Reserva Federal navega a través de una densa niebla de datos, tratando de atravesar el estrecho entre Escila, el monstruo de la inflación, si se queda corta apretando, y Caribdis, el monstruo de la recesión, si se excede (o tal vez sea al revés; las aportaciones de los expertos en Homero son bienvenidas). Pues bien, la niebla se ha vuelto aún más espesa. Pero está claro que el riesgo de recesión ha aumentado y el de inflación ha disminuido, así que tiene sentido que la Reserva Federal vire un poco a la izquierda.

Probablemente lo que esto signifique en la práctica sea que la Reserva debería suspender sus subidas de tipos hasta que se despejen algo más el panorama de la inflación y los efectos del lío bancario, y debería dejar claro que eso es lo que está haciendo. No parece existir mucho peligro de que el banco central de Estados Unidos pierda su credibilidad en la lucha contra la inflación si se da un tiempo para orientarse. Las previsiones de inflación parecen muy bien ancladas. ¿Debería la institución ir más allá y rebajar los tipos? Aunque por lo general soy una paloma monetaria, yo no pediría una rebaja real, al menos no de momento. Entre otras cosas, eso podría transmitir una sensación de pánico.

Y aunque la oleada de problemas bancarios ha conmocionado a casi todo el mundo, el pánico no parece la respuesta adecuada.

Por otro lado, que la Reserva Federal siga con las subidas de tipos precisamente ahora podría enviar la señal contraria: una sensación de desorientación. Parece que es el momento de decir: no actúen por actuar; quédense quietos. Por si sirve de algo, la verdad es que me tranquiliza un poco la forma en que los responsables políticos están respondiendo a la actual oleada de problemas bancarios. Algunos de nosotros recordamos los amargos debates de 2008-2009 sobre cómo estabilizar el sistema financiero. Las instituciones con problemas eran complejas y opacas, y nadie en el poder parecía dispuesto a intervenirlas para poder rescatarlas sin rescatar también a los accionistas. Esta vez estamos hablando de bancos convencionales que pueden ser y han sido intervenidos, protegiendo a los depositantes sin que los accionistas se vayan de rositas.

La conclusión es que, de momento, esto no parece una crisis financiera en toda regla. Pero permanezcan atentos.

Sigue toda la información de Economía y Negocios en Facebook y , o en nuestra



Lea el artículo completo aquí.

Sigue leyendo

Economía

Canadá tiene un problema con sus enfermeros

Publicado

sobre

Los canadienses tienen un problema con la mano de obra. Hay 848.000 empleos vacantes, según un reciente informe del Gobierno. Un sector particularmente afectado por la carestía de personal es el sanitario y, en concreto, la enfermería. Es un área muy sensible y las consecuencias del déficit de trabajadores irritan a la ciudadanía: salas de urgencia cerradas los fines de semana en Winnipeg, enfermos molestos en los hospitales de Montreal por demoras en la atención, o un lento sistema de ambulancias en Ottawa porque muchos de los vehículos deben hacer fila para esperar a que alguien reciba a sus pacientes son solo algunos de los ejemplos más sangrantes.

Es práctica común que las enfermeras y los enfermeros deban hacer horas extras obligatorias. También que tengan a su cargo un número elevado de pacientes. “El estrés y la ansiedad son muy altos. Nos da miedo cometer un error con las personas bajo nuestro cuidado”, escribió en sus redes sociales una de estas trabajadoras de Columbia Británica. Además, algunos Gobiernos provinciales se niegan en redondo a un incremento de los salarios. En Ontario, la provincia más poblada del país, las enfermeras no dejan de manifestarse en contra de una ley —aprobada en 2019— que limita los aumentos salariales al 1% anual para trabajadores públicos.

No sorprende por tanto que numerosos profesionales de la enfermería tiren la toalla o busquen cobijo en ambientes menos precarios (por ejemplo, en clínicas privadas); otras se lo piensan dos veces antes de ingresar por vez primera a la red pública. Un informe de 2022 elaborado por la Federación canadiense de Sindicatos de Enfermeras constató “un aumento del 219,8% en las vacantes de enfermería desde 2017″. Distintos Gobiernos provinciales han puesto en marcha iniciativas para tratar de reducir el problema. Becas de estudio y una conciliación más acentuada entre personal y administradores de hospitales forman parte de estas herramientas. También programas para reclutar enfermeros y enfermeras en otras latitudes. Sin embargo, esta última medida no está exenta de críticas. Algunos expertos denuncian que los esfuerzos de reclutamiento en el sudeste asiático y África occidental pueden provocar un debilitamiento en los sistemas sanitarios de naciones menos desarrolladas.

Reunión con Trudeau

Un elemento clave para frenar esta carestía pasa por mejorar las condiciones laborales, sobre todo aumentando los salarios y haciendo menos pesadas las cargas de trabajo (por ejemplo, eliminando las horas suplementarias obligatorias). En febrero, los primeros ministros provinciales se reunieron con el primer ministro, Justin Trudeau, para abordar el tema de las transferencias federales a la sanidad. Actualmente, las provincias cubren el 78% del presupuesto y Ottawa el 22% restante. Trudeau ofreció unos 31.700 millones de euros para los próximos 10 años. Los primeros ministros provinciales, sin margen de maniobra real para negociar, aceptaron la propuesta a regañadientes. La sanidad canadiense —reconocida en todo el mundo por su carácter público, gratuito y universal— se enfrenta a retos de altura. La escasez de enfermeras y enfermeros es uno de los más graves, pero la modernización de instalaciones y la contratación de médicos son también asunto urgente.

Por si fuera poco, hay un expediente x en las pruebas de selección. En septiembre de 2022, solo el 51,4% de las personas que se presentaron por primera vez al examen de la Orden de enfermería de Quebec lograron un aprobado. En marzo del mismo año, la tasa fue del 71%, mientras que en septiembre del 2021 alcanzó el 81%. Se ha abierto una investigación para saber qué está pasando.

Aquí puede consultar las últimas Cartas del corresponsal

Sigue toda la información de Economía y Negocios en Facebook y , o en nuestra



Lea el artículo completo aquí.

Sigue leyendo
Advertisement

Boletin Informativo

Suscríbase a nuestro boletín para recibir las últimas noticias directamente en su bandeja de entrada.


Tendencias