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Radiografía imperfecta de la crispación educativa

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En el ágora que constituyen hoy las redes sociales se ha instalado una creciente crispación en torno a la educación que afecta no solo a los temas en disputa habituales, sino también a la propia concepción de la educación. A nuestro juicio, existe un discurso que ha sido capaz de canalizar cierto malestar docente y que ha contribuido a la polarización del debate sobre cuáles son los principales problemas (y soluciones) de nuestro sistema educativo. Este discurso asume, al menos, las siguientes ideas:

  1. Se ha producido una expansión, hasta lograr la hegemonía, de un enfoque netamente pedagógico que apuesta por cuestiones como el desarrollo de competencias, la motivación, el juego o la atención a las emociones del alumnado. Este enfoque se relaciona con la “innovación pedagógica”, pero en realidad es un conjunto de prácticas ineficaces no contrastadas por la investigación educativa. Estas prácticas (siempre según este discurso) priorizan aspectos superfluos que relegan los saberes a un segundo plano y evitan que el alumnado memorice y se esfuerce, reduciendo el nivel de exigencia.
  2. La generalización de esta perspectiva pedagógica ha producido un descenso en el aprendizaje, en la reflexión del alumnado y en la capacidad del sistema educativo para promover la igualdad de oportunidades, pues deja al alumnado desfavorecido desprovisto de los saberes académicos necesarios para la vida. Por ello, el sistema ha dejado de funcionar como el ascensor social que era en los años 70 y 80 del pasado siglo.
  3. La LOMLOE impone este enfoque al profesorado y condiciona así la mayor parte de su actividad docente. Esto ha ocurrido por la exclusión del profesorado en activo de la toma de decisiones y por la excesiva influencia de los “expertos”, que no están legitimados para emitir conocimiento válido sobre educación porque no son docentes en etapas no universitarias, desconocen la realidad educativa y tienen intereses personales y/o corporativos.
  4. Este enfoque pedagógico hegemónico, que apuesta por elementos simbólicos y no tiene en cuenta la realidad de las aulas y sus problemas estructurales, considera que los docentes pueden resolver todos los problemas de la educación, por lo que les culpabiliza de que estos sigan existiendo. De esta forma, al sistema educativo se le exigen funciones inasumibles que le trascienden más allá de la transmisión del conocimiento.
  5. Esta perspectiva pone el énfasis en la innovación metodológica como excusa para seguir desatendiendo las graves carencias de recursos en la educación pública y los procesos de privatización.

Si este relato se contrasta con las evidencias de la investigación empírica, podemos extraer algunas conclusiones:

En primer lugar, no parece que exista un enfoque pedagógico puro como el que se plantea ―salvo, quizá, en contadas excepciones―. De existir, no hay indicios de que estas prácticas sean hegemónicas ni en los procesos de legislación educativa ni en los centros educativos y, por tanto, esta no puede ser la causa del supuesto declive de la calidad educativa en España.

En segundo lugar, el mito de la caída del nivel educativo resulta muy eficaz, ya que coincide con el imaginario colectivo de cada generación respecto a la posterior. Sin embargo, la mayoría de los datos desmienten que se haya producido un descenso de la calidad educativa en las últimas décadas en términos de inclusión, acceso, proceso y resultados. No obstante, sí existen datos que indican que se ha producido un declive en algunos aprendizajes desde la irrupción de la pandemia, por lo que es razonable atribuirlo al impacto de las medidas sanitarias y no a otros factores sin efecto contrastado, como las recientes reformas legislativas, cuyos efectos no pueden ser evaluados aún. En este sentido, resulta llamativo que la innovación docente se erija como causa de todos los males, mientras que no se cuestionan otros métodos considerados tradicionales ―hegemónicos en la actualidad― y se omiten los profundos cambios que ha experimentado nuestro país en las últimas décadas y que han impactado directamente en nuestro sistema educativo. Entre otros, intensas transformaciones familiares, una revolución digital que ha afectado al modo en que pensamos y nos relacionamos, una sociedad multicultural que ha redefinido nuestra identidad, el progresivo y planificado deterioro de lo público y un aumento sostenido de la segregación socioeconómica del alumnado. Del mismo modo, las comparaciones con la década de los 70 y 80 tienen escasa capacidad explicativa, puesto que en aquella época había grandes capas de la población que no accedían a la educación postobligatoria y la movilidad social no la producía tanto el sistema educativo como el cambio político y económico de una sociedad en transición hacia una democracia y una economía desarrolladas.

En tercer lugar, si atendemos a la letra y al proceso de diseño de la LOMLOE, no se corresponde con la realidad que esta ley imponga un modelo pedagógico unívoco y tampoco que haya excluido a los docentes en su elaboración. De facto, la mayoría de los asesores que han contribuido a la misma son docentes de etapas no universitarias en activo.

En cuarto lugar, todas las leyes educativas en democracia han atribuido al sistema educativo funciones relacionadas con el desarrollo integral de la persona y la búsqueda de una sociedad más justa. Estos principios van más allá de la mera instrucción, lo que no significa, como es evidente, que se deban depositar en la educación toda la responsabilidad como única herramienta para resolver los problemas sociales.

Finalmente, en quinto lugar, los movimientos sociales en defensa de la educación pública han estado y siguen estando intensamente vinculados a la innovación educativa. En la gran mayoría de los casos, estos movimientos han concebido la innovación como el desarrollo de procesos de formación y praxis docente eficaces para garantizar el derecho a la educación para todo el alumnado y combatir las desigualdades e inequidades educativas. No parece razonable mezclar estos procesos de reflexión colectiva y compromiso social con la utilización del eslogan vacío de la innovación pedagógica por personas y entidades cuyo objetivo principal es distinguirse en el mercado privado de la educación.

Si no existen evidencias que justifiquen partes esenciales de este discurso cabe preguntarse por qué es asumido por muchos docentes y por una parte de la sociedad. Al igual que el trumpismo encontró su caldo de cultivo en los perdedores de la globalización, este discurso ha arraigado en una frustración real de parte de la comunidad educativa. Desde nuestro punto de vista, existe un malestar latente que ha emergido con fuerza, por varios motivos:

  • Por el progresivo empeoramiento de las condiciones laborales del profesorado, especialmente en la última década. Esta circunstancia se ha visto agravada, particularmente, en algunas zonas del país donde la falta de inversión en la educación pública y las políticas educativas han generado procesos como la guetificación de centros, la obsolescencia de instalaciones o la masificación de aulas. Esta situación se ha acelerado por la falta de respuestas adecuadas durante la pandemia, que ha generado una acusada sensación de abandono y desprestigio profesional. Junto con los factores objetivos, se ha producido también una devaluación en cuestiones subjetivas como el escaso reconocimiento social autopercibido, la creciente complejidad de la acción docente cargada de un sinfín de nuevas demandas (prevención de problemas de salud mental y de acoso escolar, burocracia creciente, detección de vulnerabilidades, nuevas materias y demandas sociales etc.), o la percepción de una mayor vigilancia, control y cuestionamiento de su labor.
  • Por las expectativas frustradas generadas por la LOMLOE, que es vista, por muchas personas, como una gran oportunidad perdida de garantizar a los centros los recursos adecuados para una mejora educativa real.
  • Por una infrarrepresentación de los docentes no universitarios en el debate educativo, donde se priorizan voces de otros profesionales y se produce cierta invisibilizarían de este colectivo.
  • Por la existencia, minoritaria, pero llamativa, de procesos educativos denominados “innovadores” que esconden prácticas poco profesionales y alejadas de las evidencias en investigación, y que sirven como “hombre de paja” de este discurso.
  • Por un pesimismo y una polarización política que, hoy día, impregnan cualquier debate social. En este caso, la polarización se traduce en la generación de falsas dicotomías que, o bien no existen (calidad frente a equidad, competencias frente a contenidos, innovación frente a tradición, etc.), o bien se plantean como posturas absolutas de una manera poco fiel a la realidad educativa, donde suelen primar enfoques eclécticos.
  • Por la labor irresponsable de algunos medios de comunicación, que asumen que la educación es la única vía para abordar las problemáticas sociales, económicas o culturales y el profesorado (su formación, su actitud, etc.) el obstáculo fundamental para que se resuelvan.

Este caldo de cultivo ha provocado el florecimiento y la extensión de un relato alejado de la realidad, pero que va ganando adeptos porque sirve como reacción defensiva y protectora ante una situación ciertamente difícil y compleja para muchos docentes. Una reacción que está recurriendo, con demasiada frecuencia, a la caricatura de quienes introducen innovaciones docentes o defienden la inclusión educativa, a la agresividad hacia los “expertos”, la negación de la investigación y a comparaciones simplistas con tiempos pasados. En ocasiones, este discurso es amplificado por referentes de diferentes disciplinas (literatura, periodismo, filosofía o política), lo que alimenta que parte de la opinión pública interiorice una visión distorsionada y fundamentalmente negativa del sistema educativo.

La crispación en el debate educativo es preocupante porque aumenta la desmotivación docente, rompe los puentes entre la investigación y la docencia, contribuye al desprestigio de la profesión y al desánimo de unas familias y alumnado que asisten atónitos a la guerra fratricida, y resta energías para generar un diálogo constructivo que avance hacia la mejora educativa. Al respecto, considerar la voz de los docentes como monolítica y la única legítima significa excluir otras perspectivas, como las de los investigadores, las familias y el propio alumnado, que tienen mucho que decir. Es también negarse a que la ciudadanía discuta cómo quiere construirse a sí misma. Al mismo tiempo, resulta poco productivo considerar que el debate educativo se puede producir de espaldas a los docentes o tomando estos solo como objeto de estudio. Entendemos, por tanto, que es necesario un diálogo sosegado, basado en ideas, datos, investigaciones y argumentos diversos, sin menospreciar ninguno por su procedencia. Y, cuando no estemos de acuerdo, mejor siempre argumentar que acudir a la manida, frágil y ofensiva atribución ad hominem que envenena el debate y nos aleja de consensos mínimos posibles, del entendimiento, la comprensión y, en definitiva, de un diálogo razonable.

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La reforma educativa transforma la asignatura de inglés: “No puede enseñarse como el latín”

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“El inglés no es latín, no tiene sentido que se aprenda solo leyendo y escribiendo”. La frase de Vicente López, profesor de inglés en el instituto público Virxe do Mar, en Noia (A Coruña), podría parecer una obviedad, si no fuera porque en la última Selectividad 16 de las 17 comunidades autónomas solo incluyeron en los exámenes de la asignatura preguntas escritas. La prueba de acceso a la Universidad tiene tal fuerza de atracción que condiciona cómo se estudian las materias en el Bachillerato e incluso en la ESO. Si en la Selectividad no hay oralidad, en clase habrá poca. Muchos docentes tratan pese a ello de fomentarla, pero lo hacen en contra del diseño del sistema. El Ministerio de Educación ha incluido por primera vez con carácter general una tarea de listening (escucha) en las pruebas que ha realizado de la nueva Selectividad. Y ello, unido al nuevo currículo de la asignatura, que potencia la oralidad y un enfoque más práctico de la lengua, contribuirá, según la decena de docentes entrevistados para este artículo, a mejorar el aprendizaje y el nivel de inglés con que los chavales salen del instituto. Al examen de Selectividad, advierten, sigue faltándole un ejercicio de expresión oral, que exigiría un gran esfuerzo logístico.

“Muchos profesores llevamos años insistiendo en que el inglés se aprende desde la comunicación, interactuando y generando actividades para que los alumnos hablen y participen”, dice Michael Artiles, que da clases en el instituto Sant Vicent Ferrer de Algemesí (Valencia). “La reforma educativa ya nos lo había validado, pero aun así al llegar al Bachillerato teníamos que parar en seco por la presión de la Selectividad; tener que preparar una prueba de comprensión lectora y escrita hace que la comunicación oral se reduzca mucho en primero de Bachillerato y se reduzca a la mínima expresión en segundo”. El hecho de que en la Evaluación de Acceso a la Universidad (Evau) haya una prueba de listening, continua Silvia Borrull, docente en el instituto Districte Marítim de Valencia, “hará que en clase se dedique mucho más tiempo a preparar esa destreza”. Potenciar la oralidad cobra más sentido en un contexto en el que la inteligencia artificial está empezando a hacer por los estudiantes las tareas escolares escritas que se les encargan, cree Borrull. “Lo sé porque conozco su nivel cuando hacen las pruebas escritas delante de mí, y veo luego el nivel de las redacciones que me traen de casa”.

La forma tradicional de aprender inglés en España ―que explica por qué la Evau ha tardado tanto en cambiar o por qué en el segundo ciclo de primaria hay alumnos que ya tienen exámenes escritos de la asignatura― es poco aconsejable, opina Mercedes Hernández, directora del British Council School de Madrid, que trabajó tres décadas en el Reino Unido. “El desarrollo natural del aprendizaje de una lengua se hace siempre desde la escucha. Es contraproducente empezar de otra manera, porque puede generar rechazo y falta de confianza”.

El examen de inglés de la Evau del año pasado fue parecido en casi todas las comunidades. Se compuso, según la terminología andaluza, de tres bloques: uno de comprensión lectora, otro de uso de la lengua (con tareas del tipo rellenar huecos en frases) y una redacción. Algunas comunidades, como Castilla-La Mancha, incluyeron los polémicos ejercicios que tratan de cubrir la fonética por escrito, pidiendo al alumno, por ejemplo, que diga “cómo se pronuncia la u de hug [abrazo]: /u:/, /ʊ / o /ʌ”. Cataluña fue la única con actividad de escucha. Y ello, confirma Jorge Solans, que enseña en un instituto de Barcelona, facilita trabajar la oralidad. A pesar de que su centro está situado en un contexto socialmente desfavorecido, sus alumnos, cree Solans, terminan el Bachillerato con un nivel “bastante razonable” de comprensión auditiva.

Para que la nueva prueba general de listening salga bien es fundamental tener equipos adecuados. De nuevo puede parecer obvio, pero el profesor Vicente López asegura que en Galicia, donde el ejercicio existió durante décadas (se suprimió con la pandemia y no se ha recuperado), con frecuencia no ocurría: “Un año llegué a presentar una protesta porque conectaron un ordenador precario a un minibafle en un aula magna para 400 alumnos. La grabación, además, era defectuosa, y cuando subían el volumen era peor porque se distorsionaba, así que se oía lo mínimo. Hubo muchas reclamaciones, pero no sirvió de nada. Yo soy partidario de la prueba, pero no así”.

El nuevo examen de inglés de la Evau contiene más cambios. Todas las partes de la prueba giran en torno a un mismo tema vinculado a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (en la prueba piloto, al acceso al agua potable en el mundo). “Y desembocaba en una gran tarea final de expresión escrita, en la que el alumnado debe utilizar lo que ha ido escuchando y leyendo en el ejercicio, reorganizarlo y aportar ideas propias”, explica el profesor Miguel Ángel Lara, ahora en el Instituto Nacional de Evaluación Educativa y coautor del ejercicio piloto. El examen es más coherente con el nuevo currículo de la asignatura, que potencia la oralidad y las tareas vinculadas a la realidad, dice María José Martínez, que trabaja en el centro de formación del profesorado de Alzira y participó en la elaboración del currículo valenciano de la asignatura. “Antes teníamos listas infinitas de contenidos para dar. Y ahora no es que se escatime conocimiento, pero el planteamiento es más realista. Más: ‘Vamos a enseñarles esto, porque es lo que van a necesitar utilizar”.

El giro educativo trata de aprovechar los intereses de los alumnos para facilitar el aprendizaje. Y en ese terreno, las plataformas televisivas y las redes sociales ofrecen grandes oportunidades a la asignatura de inglés, cree Martínez, porque los chavales ya se están exponiendo al idioma por su cuenta. Neus, que estudia Bachillerato en el Districte Marítim de Valencia, está de acuerdo: “Casi todo el mundo ve al menos algunos contenidos en inglés en redes sociales como Instagram o TikTok”.

Un examen todavía incompleto

Incorporar la escucha es un avance, pero los docentes coinciden en que la Evau seguirá siendo incompleta y condicionando para mal cómo se estudia en secundaria mientras no incluya una prueba de speaking (expresión oral). Hacerlo requeriría, sin embargo, una gran apuesta logística.

“Lo ideal sería que hubiera una prueba oral. Pero en la Escuela Oficial de Idiomas examinar oralmente a dos alumnos cuesta unos 45 minutos. Eso quiere decir que un docente puede examinar a unos 20 [estudiantes] al día”, afirma Ramiro Cebreiro, presidente de la Asociación de Profesores de Escuelas Oficiales Idiomas (EOI) de Madrid. A las pruebas de acceso a la universidad se presentan más de 200.000 estudiantes que, en tres o cuatro días, realizan hasta nueve exámenes. Concentrar la prueba oral de inglés en una jornada siguiendo el modelo de las EOI exigiría contar con unos 10.000 docentes de inglés (cuando para toda la Selectividad se movilizan cada año en torno a 15.000 docentes de todas las disciplinas). Cebreiro señala que podría utilizarse un “formato más corto de ejercicio”, y otras fuentes plantean que el examen oral podría celebrarse durante varios días o semanas, flexibilizando la estructura la Evau. Cada vez que se ha planteado el ejercicio oral, las universidades han advertido, por su parte, de que para garantizar las reclamaciones de nota habría, además, que grabar todas las pruebas.

Muchos profesores defienden que la oralidad debería estar presente en los exámenes de más asignaturas de la Evau. Especialmente en Lengua Castellana y Literatura, para mejorar la forma en que la materia se estudia en secundaria. Uno de los partidarios es Francisco Amaya, docente de Lengua y secretario general de Educación de Extremadura: “Siempre les digo a mis alumnos que si son capaces de dominar su lengua oralmente y por escrito, van a tener mucho conseguido”.

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‘Influencers’, tiendas de barrio y festivales: estrategias para crear una nueva generación de vapeadores

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En un bazar de Salou, donde Víctor y sus amigos fueron a celebrar que habían terminado la selectividad, había bebidas, alimentos variados, aperitivos de todo tipo y vapeadores. Compraron unas cervezas para tomar en la playa y decidieron probar también este dispositivo, similar a un cigarrillo electrónico. Desde entonces, se ha convertido en habitual para él cada vez que sale de fiesta. “Sé que es malo para la salud, pero creo que lo puedo controlar. Tabaco nunca fumaría, me da más respeto”, confiesa.

El vapeador y el cigarrillo electrónico (dos dispositivos que sirven para inhalar un aerosol con sustancias variadas, con o sin nicotina) van mostrando cada vez más efectos perniciosos, que van desde el daño que hacen las micropartículas que se inhalan en el sistema respiratorio, hasta enfermedades cardiovasculares o mayor riesgo de cáncer. A falta de más tiempo de estudio sobre sus efectos, la evidencia no lo equipara al tabaco tradicional, uno de los mayores problemas de salud pública en el mundo. Pero la regulación más laxa para estos nuevos productos en España está permitiendo a la industria llegar a un sector de población joven, una generación que la Unión Europea pretende que viva libre de tabaco.

Es frecuente ver promociones de estos dispositivos en festivales de música, hay campañas en redes sociales en las que participan influencers con un público muy joven entre el que abundan adolescentes, y se pueden encontrar en tiendas de todo tipo, adornados con colores atractivos y anunciados con aromas dulces que recuerdan a golosinas. No hay mucho disimulo en la estrategia de fomentar este producto perjudicial para la salud entre la población más joven.

Los datos dicen que lo están consiguiendo. Aunque la última Encuesta sobre uso de drogas en enseñanzas secundarias en España (Estudes), publicada en 2022, muestra una pequeña caída en el consumo con respecto a 2019, indica que el 44% de los adolescentes de entre 14 y 18 años había probado los cigarrillos electrónicos, lo que supone más del doble que en 2016. La mayoría de los estudiantes que vapean se decantan por cartuchos sin nicotina (60,7%), el 14,9% prefieren los que sí llevan, y el 24,4% utiliza de los dos tipos.

Uno de los discursos que ha esbozado la industria del vapeo y el cigarrillo electrónico (que a menudo es también la tabaquera) es que los dispositivos están sobre todo pensados para quien fuma, incluso para ayudar a dejarlo, y no para atraer a nuevos adeptos. La Unión de Promotores y Empresarios del Vapeo (UPEV), que aglutina 600 pequeñas y medianas empresas y que registró en 2022 un récord en el negocio (95 millones de euros), asegura que su vocación es la de ayudar a la cesación tabáquica y tiene entre sus buenas prácticas “intentar disuadir a los no fumadores de que compren un dispositivo, aun cuando soliciten que sea sin nicotina”.

Tienda de cigarrillos electrónicos y vapeo en Santiago de Compostela.ÓSCAR CORRAL

Blu, una filial de Imperial Tobacco que se denomina líder en el sector del cigarrillo electrónico, responde —a preguntas de EL PAÍS— que se dirige “exclusivamente a consumidores adultos” y que sus campañas “se llevan a cabo solo en los soportes y canales que permite la normativa vigente y en los términos que contempla la legislación”. “Aunque aún estamos lejos de las cifras de países de nuestro entorno como Reino Unido, Francia o Alemania, son muchos los fumadores que han decidido reducir o abandonar el tabaco convencional gracias al vapeo. Concretamente, el último estudio de Edades afirma que cerca del 45% de los usuarios de cigarrillos electrónicos utilizan estos dispositivos como sustitutivo del tabaco”, señala un portavoz de la compañía.

Esto no es así entre los más jóvenes. La encuesta Estudes señala que solo un 8,5% de los estudiantes que han fumado cigarrillos electrónicos manifiestan que su intención era reducir su consumo de tabaco o dejar de fumarlo. En el sondeo que menciona Blu (Edades), que aborda una mayor franja de edad, se comprueba que únicamente dos de cada 10 jóvenes de entre 15 y 24 años que vapean lo hacen motivados por dejar de fumar.

Entre las campañas de Blu en redes sociales se pueden encontrar promociones con influencers que se dirigen a un público muy joven, con muchos adolescentes entre sus seguidores, que promocionan el cigarrillo electrónico. Esto publicaba (sin las tildes bien puestas) hace unos meses Telmo Trenado en su perfil de Instagram, con 150.000 seguidores: “SORTEO!! Quieres irte de viaje por Europa con quien tú quieras y que os pille un fotógrafo de Tik Tok infraganti??? Pues participa y llévate un Waynabox así. Dale like al post. Sigue a @bluspain y a mí”.

Campañas similares se pueden ver en perfiles de otros influencers con miles de seguidores, como Jorge Amor, Fer López, Paula Gureta o Bertuss, entre muchos otros. En el perfil de este último, un usuario le respondía: “No sé si publicitar tabaco a público joven (muchos menores de edad) es muy legal o ético, la verdad. Ya tienes un seguidor menos”. Otro añadía: “Tío mira que me encantas, pero ojalá no hubieras hecho publi de esto. Creo que eres un referente muy guay para mucha gente y muchos jóvenes, pero creo que con esta campaña estás publicitando un producto nocivo para la salud y no creo que sea la mejor estrategia”.

Y no solo aparece en promociones explícitas, el cigarrillo electrónico se puede ver en contenido audiovisual de todo tipo, incluidos canales de Youtube o Twich, que naturalizan su consumo. Streamers como El Rubius o AuronPlay, con millones de seguidores en estas plataformas (muchos de ellos menores), han aparecido en ellas vapeando (lo que no quiere decir que hayan cobrado por ello).

Beatriz Arranz, técnica de Prevención y Promoción de la Salud de la Asociación Española Contra el Cáncer, explica que la industria continúa con una vieja técnica que parece funcionarle muy bien: “Lo relacionan con personas jóvenes, atractivas, guais. El significante social es el mismo que el del tabaco: fumo porque me parece guay, porque lo hacen personas a las que admiro, porque me ayuda a ligar, a hacer amigos, porque en mi grupo se percibe como positivo. Lo asocio con sensaciones que me van a ayudar a relajarme”.

Eso argumenta Carla, de 19 años, que empezó en paralelo con el tabaco y el vapeo cuando tenía unos 15: “En periodos de mucho estrés uso más el vapeo. Y aunque sé que no es saludable, me parece menos sucio que el tabaco, que huele peor”. Explica que tiene rachas de más tabaco o más cigarrillo electrónico, pero que si tuviera que elegir uno solo se quedaría con este último por “olor y comodidad”.

En el sector de la salud (sociedades científicas y plataformas antitabaco) consideran que la normativa debería equipararse a la del tabaco para restringir su promoción y los puntos de venta: los cigarrillos convencionales no podrían estar patrocinando festivales, anunciándose en redes, ni de venta en tiendas de barrio sin una licencia concreta, por ejemplo. En este sentido iba el borrador de la estrategia contra el tabaco que el Ministerio de Sanidad tiene guardado en un cajón desde hace más de un año. El Plan Integral de Prevención y Control del Tabaquismo 2021-202 está sin aprobar y parece improbable que el departamento de Carolina Darias —que está a punto de dejar el puesto para presentarse a la alcaldía de Las Palmas por el PSOE— vaya a desempolvarlo antes del fin de la legislatura.

Arranz se queja de que pueda pasar lo mismo que con el tabaco, que se relaciona con un tercio de todos los cánceres: “Igual que en los sesenta (en los ochenta las mujeres) una generación de fumadores comenzó sin conocer bien sus peligros y lo lamentaron unas décadas después, es posible que, si no hacemos nada, en 20 años estemos lamentando que uno de cada tres tumores tengan que ver con el vapeo”.

Qué se sabe de los efectos para la salud del vapeo

Al contrario del tabaco, cuyo residuo es un humo maloliente que se impregna en el cuerpo y la ropa de quienes lo fuman y de los que están a su alrededor, el cigarrillo electrónico genera un vapor de (según los gustos) agradables aromas. Pero “es engañoso”, según Arranz, porque realmente son aerosoles que contienen cancerígenos, metales pesados y diversas partículas nocivas para el organismo, incluso si no llevan nicotina.

Los efectos a corto plazo en las vías respiratorias de estos dispositivos son “similares a los del tabaco”, según expone un informe de Sanidad publicado en 2022 que hace una revisión de toda la evidencia científica que hay al respecto. “Se han encontrado sustancias cancerígenas en líquidos y aerosol de los cigarrillos electrónicos. Se han descrito numerosas intoxicaciones y efectos adversos relacionados con estos productos, algunos de ellos severos. Su utilización genera emisión de propilenglicol, partículas PM 2.5 [partículas muy pequeñas que penetran en el organismo], nicotina y sustancias cancerígenas que pueden contaminar los espacios cerrados, con los consecuentes riesgos por exposición pasiva”, enumera.

Es cierto que no está claro cuáles son los efectos a largo plazo, algo que no se podrá saber hasta que pasen décadas desde su implantación. Pero las sociedades científicas comparten el consenso de que no es razonable consumirlo ese tiempo para después luego medirlo, dados los riesgos obvios que ya se conocen.

Más controvertido es hasta qué punto pueden servir para dejar de fumar, uno de los argumentos de parte de la industria para defender el producto. “Los cigarrillos electrónicos podrían reducir el deseo de fumar y otros síntomas característicos del abandono del tabaco. No obstante, aunque algunos fumadores podrían cambiar temporalmente el consumo de tabaco por estos productos, una proporción muy baja parece llegar a la cesación sostenida en este modo. Según los datos disponibles, no están claras a largo plazo ni la duración del cambio de consumo ni la cesación completa”, señala el documento de Sanidad.

Los expertos del ministerio sí advierten del peligro que supone la promoción de estos productos, ya que “podrían incorporar a nuevos adictos a la nicotina”. Para muchos jóvenes y adolescentes, el vapeo no supone una salida del tabaco, sino más bien la puerta de entrada para comenzar a fumar.

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Cómo será el bum del reciclaje textil en 2025 y a dónde irá la ropa usada

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Hemos interiorizado que el vidrio va al contenedor verde; el plástico, al amarillo y el cartón, al azul. Pero la ropa la seguimos tirando al cubo de los desperdicios. En España se desechan unas 900.000 toneladas de ropa al año, y el 88% acaba en vertederos, según el informe Análisis de la recogida de la ropa usada en España El otro 12% va a contenedores de ropa y, de allí, a modernas plantas que seleccionan las prendas —incluso aquellas en mal estado— y las reúsan o reciclan. La nueva ley de residuos impone que en 2025 los ayuntamientos —también los pequeños— tendrán que recoger los residuos textiles de forma separada, por lo que se verá un auge de contenedores de ropa en las calles: Madrid y Málaga, por ejemplo, van a duplicar los instalados. Las marcas de moda también tendrán que implicarse en la recogida de prendas usadas en sus tiendas, no podrán tirar los excedentes —por lo que crecerán las opciones de segunda mano— y deberán crear consorcios para gestionar sus desechos. Estos son los cambios que traerá el nuevo reto del reciclaje.

“En dos años se debe instalar en todas las ciudades un sistema para que los ciudadanos puedan depositar los residuos textiles, que además de ropa incluyen toallas, sábanas, tapicerías… En las tiendas de moda podrás dejar ropa usada, y veremos multiplicarse los contenedores de ropa que hay por las calles”, resume Enric Carrera, director del Instituto de Investigación Textil y Cooperación Industrial de Terrassa (Intexter) de la Politècnica de Catalunya (UPC). “No obstante, el reto no es tanto recoger, como qué hacer luego con ello, porque África está empezando a no querer ropa usada europea para desarrollar su propia industria, y con la nueva ley ya no se permite quemar los excedentes de producción, así que estas 900.000 toneladas pueden convertirse en 1,2 millones que habrá que tratar. Estamos ante un reto de una magnitud espectacular”, prosigue.

Por ahora, la mayoría de las urbes permiten la colocación en sus calles de contenedores de ropa de entidades sociales, aunque algunos consistorios comienzan a instalar también puntos de recogida municipales. Algunos ejemplos: Madrid tiene ahora 770 contenedores y a final de año pretende llegar a los 1.600, mientras Málaga doblará los 233 actuales. Vigo tenía 50 y los aumentó hasta los 300 el año pasado, anticipándose a la normativa. Según el Análisis de la recogida de la ropa usada en España, elaborado por Moda re- (entidad de Cáritas) en 2021 y el más completo hasta la fecha, hay ahora mismo unos 21.000 de ellos en España, la mayoría de los cuales (más de 19.500) están en el espacio público y pertenecen a entidades sociales, aunque también hay algunos (más de 1.500) en parroquias y centros comerciales, a los que se suman unos 700 puntos limpios municipales.

Contenedor municipal para recoger ropa usada instalado recientemente en el centro de Madrid. Luis Sevillano

Su número crecerá mucho. “En los próximos dos años se van a inundar las calles de contenedores de textil, lo empezamos ya a ver en algunas ciudades, pero llegará a todas”, apunta Manuel León, coordinador de Moda re- (entidad de Cáritas). Es muy difícil precisar en cuánto pueden crecer, pero si se quiere pasar del actual 12% a un 30% habría, al menos, que triplicarlos. El mismo informe (que se actualizará este año) señala que a la red actual llegan unas 108.000 toneladas anuales, unos 19 kilos por persona y año —Transición Ecológica no cuenta con datos distintos—.

El camino a la reutilización

¿A dónde va la camiseta o el pantalón depositado en estos contenedores? En general, a alguno de los cinco grandes centros de reciclaje textil que existen ahora en España. La visita a uno de ellos, el que tiene Koopera en Valencia, permite entender cómo es el proceso que sigue la ropa usada en su camino a la reutilización. A la enorme nave de Ribarroja de Turia — que gestiona anualmente 6.000 toneladas de ropa usada procedente de más de 700 puntos de recogida— llegan cada día camiones y furgonetas con las prendas recogidas en los contenedores de Cáritas, que depositan en bolsas en una especie de gran contenedor.

La línea de separación de ropa de la planta de Koopera en Ribarroja (Valencia).
La línea de separación de ropa de la planta de Koopera en Ribarroja (Valencia).
Mònica Torres

Desde ahí se mandan a una larga cinta transportadora que las eleva hacia una estructura industrial amarilla en cuyo interior hay varios habitáculos de una línea de separación. “Clasificamos cada prenda según varios parámetros, la temporada, la calidad, el género…”, explica Emi Carmona, coordinadora de esta empresa social. En cada habitáculo hay dos personas, un tutor y un aprendiz de inserción social; primero, dan a un botón para que aparezca ropa; luego, pasan cada elemento por una máquina con un software que ayuda a realizar ese primer cribado. “Mujer, vestido, verano”, dice una de las aprendices. “Pantalón, vaquero, niño”, dice otro. Una vez pronunciadas las palabras mágicas, un fuerte soplo mecánico manda la prenda a otra cinta transportadora, que la depositará en una de las más de 60 canastas que esperan al final de este proceso.

“La ropa de más calidad (sobre un 10%) se vende en nuestras tiendas de Moda re-”, explica Carmona. “La que tiene menos calidad pero está en buen estado se exporta a países de África y Oriente Próximo (un 70%). Hay una tercera opción que es separar la ropa en hilos (donde acaba otro 10%), lo que se llama hilaturas; para eso tenemos una máquina que revisa la composición de la ropa con un láser, y tiene un porcentaje de acierto del 99%”, continúa.

Planta de reciclaje de ropa de Koopera en Valencia.
Planta de reciclaje de ropa de Koopera en Valencia.
Mònica Torres

¿Qué ocurre con la que no sirve para nada de estas cosas? “Alrededor de un 10% de lo que nos llega se incinera y se convierte en energía, es lo que se llama revalorización energética”, prosigue la coordinadora. En cualquier caso, es importante que todo el residuo textil, incluso el que esté en mal estado, se eche al contenedor de ropa usada para pasar por este proceso. En Koopera tienen además otra línea manual, donde separan y clasifican ropa, pero también zapatos y complementos. “Así podemos clasificar más ropa. Los zapatos se pueden mandar a tienda, e incluso aprovechamos los pares sueltos, que en África sirven para elaborar productos como bolsos”, continúa Carmona.

“Todas las plantas que hay ahora mismo en España son de tratamiento manual, pero esto va a cambiar muy pronto”, augura Igor González, presidente de Ecotextil —una asociación que asesora en reciclaje a marcas de moda—. “Hay empresas que han pedido fondos europeos Next Generation para iniciar plantas mucho más avanzadas”, señala. Pueden ser de selección mecánica de la ropa, o bien de separación física de los componentes (por composición de la prenda) o incluso química (para disgregar las fibras)”. El experto Enric Carrera explica que la separación física supone triturar la prenda para obtener hilos, “aunque el resultado todavía de calidad media-baja”, mientras la química consiste en disolver los hilos para luego regenerarlos. “Es un proceso todavía muy caro”, admite.

González considera que, con la nueva norma, las propias marcas de moda tendrán que incentivar el desarrollo de plantas de tratamiento que ayuden para reutilización y reciclaje de la ropa. “Los productores asumirán ese gasto con una tasa, y van a tener que financiar la recogida y el tratamiento”. De hecho, siete grandes marcas —Decathlon, H&M, Ikea, Inditex, Kiabi, Mango y Tendam— acaban de crear la Asociación para la Gestión del Residuo Textil, una entidad que en 2025 deberá gestionar sus residuos dentro del principio quien contamina, paga. Es una figura similar a Ecoembes, que aglutina a fabricantes de envases para recoger su propia basura. Las demás empresas de moda deberán sumarse a esta asociación o crear otras distintas.

Cambios en las tiendas de ropa

Mientras llega ese momento, las compañías ya se están adaptando. Mango, por ejemplo, ha puesto contenedores de recogida textil en todas sus tiendas y envía lo que recibe precisamente a Koopera, un ejemplo que también siguen otras marcas —como El Corte Inglés— y que será obligatorio en 2025. Mientras, Primark anima a sus clientes a donar ropa no deseada en sus propias instalaciones, y pretende que toda su ropa esté fabricada con materiales reciclados “o de origen más sostenible” para 2030.

Punto de reciclaje de ropa usada en la tienda Mango situada en el paseo de Gracia de Barcelona.
Punto de reciclaje de ropa usada en la tienda Mango situada en el paseo de Gracia de Barcelona.

Otra novedad de la ley es la prohibición de destruir los excedentes de ropa no vendida, una práctica muy habitual en la moda. Inditex, matriz de Zara, dona sus prendas sobrantes a tiendas de inserción sin ánimo de lucro y a entidades sociales como Acnur, Cruz Roja y Cáritas, mientras que El Corte Inglés se los reparte a más de 60 ONG. De hecho, prácticamente todas las grandes marcas del sector tienen o planean acuerdos de donación similares.

Esto se traducirá en un auge de la segunda mano textil, dado que cada vez llegarán más prendas nuevas sin usar a la par que aumentará la recogida de usadas. Moda re-, por ejemplo, tiene 120 tiendas en 84 urbes españolas, pero además ha abierto 20 espacios de ropa usada en diferentes supermercados Alcampo, empresa que a su vez dona sus excedentes a Moda re-. Mientras, Humana cuenta con casi medio centenar de establecimientos, algunos de ellos vintage para atraer al público más joven, que ya está dejando de considerar la ropa usada como cutre y cada vez más la ve como algo ‘cool’.

“Estas tiendas nos permiten dignificar la entrega social”, apunta Manuel León, de Moda re-. “Antes, quien lo necesitaba iba a su parroquia y le daban una bolsa con ropa, que le podía servir o no. Ahora, a estas personas se les entrega un cheque por un importe que pueden canjear en nuestras tiendas, así que van a una de ellas, escogen lo que quieren y cajean ese cupón. Los demás no tienen por qué saber si paga con dinero o con otra cosa, y además las personas vulnerables pueden elegir lo que les venga mejor”, prosigue.

Una joven miran prendas usadas en la tienda Humana Vintage de la calle Hortaleza de Madrid.
Una joven miran prendas usadas en la tienda Humana Vintage de la calle Hortaleza de Madrid.
INMA FLORES

Otra tendencia será remendar las prendas. “Arreglar la ropa es subversivo. Interesa que compremos, nos cansemos de ello y volvamos a comprar. Rehabilitar implica autosuficiencia, concentración y paciencia”, apunta Marta D. Riezu, autora de La moda justa (Anagrama, 2021), que aboga por zurcir la ropa vieja como una forma de “vestir con ética”. La percepción de los tradicionales remiendos, vistos hasta ahora como algo de pobres, también está cambiando y ya llega al mundo de la moda: Zara, por ejemplo, ha lanzado una plataforma que ofrece servicios de reparación de sus prendas, venta entre particulares y donación, y otras marcas ensayan programas similares. Igor González lo resume así: “La mejor ropa es la que se vuelve a usar, y tenemos que trabajar para hacerlo cada vez más”.

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